EFE / El líder del PSOE, Pedro Sánchez, ha salido a celebrar su victoria en las elecciones con un millar de militantes que se han concentrado a las puertas de Ferraz y les ha dicho que ese triunfo supone que ha «ganado el futuro y ha perdido el pasado» y que va a tender la mano «a todos los grupos para gobernar dentro de la Constitución».
Sánchez ha ganado con comodidad las elecciones, aunque no por el margen que apuntaban las encuestas. Los socialistas, con sus 123 escaños, pueden elegir socios para la investidura y para gobernar. El PP ha sufrido un descalabro nunca visto desde de los tiempos de la UCD. Ciudadanos casi toca con los dedos el liderazgo de la derecha, pero se ha quedado con la miel en los labios. Unidas Podemos, aunque ha caído, no se ha hundido. Vox ha defraudado sus expectativas, entrará en el Congreso, pero con menos fuerza de la prevista.
Once años después, el PSOE ha vuelto a ganar unas elecciones generales. No ha sido un triunfo arrollador, se ha quedado a 43 escaños de la mayoría absoluta, pero sí suficiente. Ha obtenido 38 diputados más y dos millones de votos adicionales. Con todo, los resultados han sido más modestos que los de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008. Pero ha sido una victoria homogénea, sin agujeros negros. Los socialistas se han encaramado a la primera posición en todas las comunidades y en 43 de las 52 circunscripciones. Cataluña, donde ganó Esquerra, y Euskadi, donde venció el PNV, han sido los únicos territorios del mapa que han escapado de la marea roja. Un éxito en el Congreso que se traducirá en una mayoría absoluta en el Senado, cámara clave en la próxima legislatura si se agudiza el desafío independentista catalán y el Gobierno decide aplicar el artículo 155 de la Constitución.
Los socialistas, si se aíslan los números de los argumentos políticos, hasta pueden elegir socio. Con Ciudadanos suma 180 diputados, pero también bordea la mayoría absoluta con Unidas Podemos y los nacionalistas del PNV, Compromís, Coalición Canaria y los regionalistas cántabros. Necesitaría bien el apoyo, bien la abstención de Esquerra para una investidura. Todo apunta a que la primera opción es la más asequible y que Albert Rivera puede verse abocado, una vez más, a desdecirse y a levantar el veto al entendimiento con el PSOE. Aunque los gritos de «Con Rivera, no» de los militantes socialistas en la calle Ferraz apuntan a que no va a ser tarea sencilla.
La política de bloques que ha jalonado la campaña tiene papeletas para saltar ahora por los aires. Por lo pronto la suma de PP, Ciudadanos y Vox se queda con 148 diputados bastante lejos de la mayoría para gobernar. En el de la izquierda, PSOE y Unidas Podemos, sin nacionalistas e independentistas, llegan a los 164.