Pilar García Galindo acude al gimnasio seis de los siete días a la semana: de lunes a sábado, y no va a una sola clase por día sino que, normalmente, son dos. Una tarde combina funcional con zumba; otra, bodycombat con fitness; otra tarde hace bodypump y boxeo o una sesión de máquinas… Todo esto podría ser más o menos normal para una persona de 20 o 30 años muy entregada al ejercicio físico, pero es que Pilar García cumplió en enero 90 años.
Y no solo es la reina del gym. Cuando está en casa hace de todo menos tirarse en el sofá y hasta ve las telenovelas pedaleando en su bici de spinning (tiene el carné oficial de monitora) y disfruta como una niña dando puñetazos a su panel de boxeo de pared (boxing wall o boxingbeat), regalo de sus amigos. “He llegado a estar apuntada en el Brooklyn: el boxeo es lo que más me gusta, me encanta”, afirma con los ojos brillantes y una sonrisa. A día de hoy es una leyenda de los gimnasios ibicencos, hasta el punto en que en el Bfit la hicieron socia vitalicia hace diez años y ya no paga cuota desde entonces. “Al final van a perder dinero conmigo”, bromea, transcurridos 10 años del “regalo más grande que me han hecho nunca”.

Ha perdido la cuenta del tiempo que hace que no va al médico, aunque recuerda con enorme cariño al que fue su cardiólogo y el de su marido, el doctor Joaquim Seguí. A día de hoy, a sus 90 años, solo toma una pastilla diaria: la de la hipertensión que Seguí le recetó.
Su medicina es el deporte y, en los gimnasios a los que va ahora —al Bfit y al Fraile, aunque ha llegado a estar apuntada en más— todo el mundo quiere ser como ella. Quien no la conoce la mira de reojo cuando la ve hacer remo o tonificación sin imaginarse siquiera que están delante de una mujer que nació en 1935. “Una crack”, “una máquina”, “la mejor”, dicen sus compañeras y compañeros. Y esto responde por correo electrónico la dirección del Bfit cuando gestionamos el permiso para hacer las fotos en sus instalaciones: «Para nosotros es un verdadero placer tener a Pilar como parte de la familia. Admiramos profundamente su energía, vitalidad y su ejemplo de vida, y estamos encantados de que le estén dedicando este merecido reconocimiento». Ahí es nada.

En suma, que todos los que la conocen la quieren, tanto, tanto que Merche, una de sus amigas veinteañeras, se la llevó de compañera al último Deka Fit Ibiza 2025 de Sant Agustí el pasado 29 de marzo, donde sus compañeros y compañeras del Fraile le hicieron la ola. “Fue muy divertido pero pasé mucho frío”, explica mientras muestra un vídeo increíble en el que hace un circuito que incluye spinning, running, remo y otras pruebas que algunas de 30 años ni sueñan con poder hacer.
Junto al DEKA, otro de los momentos más emocionantes de su vida fue cuando la subieron al escenario del encuentro Les Mills (referentes mundiales en el mundo del gimnasio) en octubre de 2024 en Madrid para reconocer su tesón y su trabajo a los 89 años que tenía entonces. Casi le da un ataque de nervios cuando la abrazó nada menos que Rachael Newsham, leyenda del bodycombat internacional y uno de sus ídolos. «Fue lo máximo para mí”, afirma mientras muestra el vídeo del momento, claramente emocionada.
Bastan unos minutos hablamos con ella para apreciar que lo mejor de Pilar García no es que haga deporte a sus 90 años (lo ha hecho toda su vida) sino una mentalidad absolutamente positiva que hace que se levante cada día con ganas de estar en el mundo y de competir consigo misma y con sus arrebatos de pereza (que alguno tiene, aunque pocos).
Por las mañanas se ocupa de hacer las compras, la comida y las tareas de su casa, pero a las cinco de la tarde sale por la puerta y no vuelve hasta las nueve: sus dos sesiones de gym no se las perdona. Y en verano se sube al kajak que tiene en Talamanca a dar una vuelta por la bahía.
Al frente de Foto Torres durante 49 años
Detrás de la mujer que deja a todos boquiabiertos en el gym hay mucho más que una apasionada del deporte: una mujer de Barcelona que, con 18 años, visitó por primera vez Ibiza de la mano de unas amigas de sus padres (los perdió a los dos siendo muy joven). En ese viaje conoció de manera fugaz en Ses Figueretes a un muchacho ibicenco cinco años mayor, que se quedó prendado de ella. Tras haberse visto durante solo ocho días de vacaciones y conectados durante el año siguiente por correspondencia, el chico, que por entonces vivía en Marruecos, se plantó con su padre en Barcelona para pedir la mano de Pilar. Se casaron cuando ella tenía 19. No se conocían más que de aquellos días en Ibiza y por las cartas, pero, afortunadamente, fue una unión muy feliz. “He sido muy afortunada con él, es lo mejor que me ha pasado en la vida”, admite. Recuerda que cuando le pidió la mano era muy niña y que de él sabía muy poco, “pero era muy guapo”, dice sonriendo.


Ahí comenzó una vida que jamás habría imaginado, viviendo en Marrakech y en otras ciudades marroquíes. “Yo no hablaba ni francés ni árabe y al principio fue muy duro”, recuerda, pero ella aprendió deprisa. Su marido trabajaba nada menos que como fotógrafo del rey Mohammed V y abrió allí su comercio de fotografía. Finalmente, y tras pasar por muchas vicisitudes de la vida (lo perdieron todo en el terrible terremoto de Agadir de 1960, pero, afortunadamente, salvaron su vida por estar de viaje justo ese día), Pilar, su marido y sus dos hijas recalaron por fin en Ibiza, donde durante 49 años estuvieron al frente de la conocida tienda Foto Torres, en las galerías del Cine Serra, ya desaparecido. Era una tienda conocida no solo por sus servicios fotográficos sino por sus souvenirs y por tener la colección de peluches en venta más espectacular de Ibiza.
Pilar ha tenido dos hijas y ningún nieto o nieta, pero no echa de menos “para nada” ser abuela. Desde luego, se sale de cualquier molde o estereotipo de la abuelita de postal. Ella es una mujer fuerte e independiente a la que le gusta el comercio y el trato con la gente y por eso se le dio tan bien estar al frente de Foto Torres. Iba en el barco Joven Dolores a Formentera a comprar pañuelos bordados que luego vendía, repartía folletos en el puerto entre los turistas para captar clientes, y fue ella quien convenció a su marido para comprar la máquina de revelado rápido que tenía las fotos listas en una hora… 49 años estuvo al frente de la tienda. Es una mujer viva y enérgica que nunca, ni siquiera en Marruecos, dejó de hacer deporte: «allí había gimnasios estupendos también».
Y es que lo del deporte ha sido algo de toda su vida. Su madre, que era una mujer muy moderna para su época, la empujó desde niña a hacer baile clásico y patinaje artístico (muestra con orgullo su carné del Patín Club de Hockey del año 1948). Además, Pilar se formó en corte y confección y trabajó para el Teatre del Liceu de Barcelona (donde, por cierto, había bailado ballet como extra en alguna ópera siendo niña).

Una vida que da para un libro (o dos) y que se sigue escribiendo, porque Pilar, con 90 años, no se conforma con mirar al pasado o ser lo que se espera de una anciana. Es que la palabra anciana y ella ni siquiera pegan. Sus amigos podrían ser sus hijos e incluso sus nietos, y ella se siente a gusto entre la juventud. “Los mayores me aburren, son todo quejas”, dice pícaramente. A ella no le duele nada. El deporte le sostiene el cuerpo y, sobre todo, la mente.
Por eso no dijo «no» cuando su amiga Merche le propuso apuntarse juntas al Deka. “Merche ha sido instructora también del gimnasio y me dijo: yo quiero ser tu pareja. Y le respondí: la abuela no va a tener fuerza. Pero ella me dijo que sí, que íbamos a entrenar juntas. ¡Quedamos primeras del ranking de la categoría… porque de 90 años no había nadie más!”, ríe Pilar, muy contenta de haber acabado sus pruebas en tiempo. “Ha sido una inyección de adrenalina y ha sido precioso ver a los compañeros animando, yo les llamo los palmeros”, se ríe. “Han sido geniales, geniales”.
Ella vive en Vía Púnica y al Fraile va a pie, pero para llegar el Bfit coge el bus L50 para evitar cruzar lo que ella llama el scalextric del cinturón de ronda. “Reconozco que, a veces, después de coger dos buses e ir a dos clases, llego un poco cansada a casa”, dice como si el cansancio no fuera con ella. El día de la entrevista, jueves, hace zumba con Carlos y spinning con Luisa. El viernes, funcional con Manolo Baquero y luego un poco de remo en la sala…

Cuando pone nombre propio a sus monitores no puede evitar acordarse de uno. «Echo mucho de menos a Fernando Boneque«, un monitor al que adoraba y que falleció de manera prematura. Se emociona y se le empañan los ojos al recordarlo. “De los mejores instructores que he conocido, un gran amigo. Con él iba al Nirvana de Sant Jordi (cogía el bus L10 y luego la iba a buscar su marido por la noche). Tenemos muchas fotos juntos, y nos hicimos una con Manolo en el Fraile nuevo de avenida España solo unos días antes de que muriese”, rememora.
Amor por el deporte
“Yo, siempre, a lo largo de toda mi vida, he encontrado una hora o dos al día para hacer deporte. Y antes incluso corría, ahora ya no. Mi amor por el deporte ha sido de siempre, ha salido de dentro. No sé cómo explicarte… Es como una droga”. En pandemia no sufrió porque en casa tiene de todo para entrenar y acudía, además, a las clases que daba Nieves —otra de sus monitoras amigas y queridísima— en el parque Reina Sofía, al aire libre. Además, Manolo les mandaba vídeos con entrenamientos que ella seguía en casa.

“El deporte me aporta alegría, salud, el ver las cosas más claras. Sé que iré perdiendo porque cada día que pasa hay algo dentro del cuerpo que, con 90 años, se va deteriorando. Yo antes era más alta, ahora soy un poquito más baja y eso es porque el cuerpo va a menos… pero yo me resisto”, subraya con un gesto firme, y espontáneamente lanza una lección de vida: “No hay que tener envidias ni ser avaricioso. Si no eres feliz, no puedes estar bien. Hay que ser un poco competitivo y decirse a uno mismo voy a ver si puedo hacerlo y no decir no, no, yo, uf, no puedo. Hay que competir aunque sepas que no vas a ganar. Yo voy al Deka y sé que no voy a ganar, pero lo que me aporta es ir con mi amiga Merche, tener a tu lado gente como ella que te ayuda. Eso es lo importante en la vida. Yo he sido muy afortunada con mis amigos. Mis amigos me quieren y ese es el mayor trofeo, el trofeo de la vida».

Respecto al culto al cuerpo que prima en los gimnasios, Pilar da otra lección incontestable: “Yo veo a mujeres pinchadas por aquí, por allí [señala patas de gallo, labios]. Vale, de acuerdo, ¿y después? ¿Piensas que no vas a tener arrugas? Estás equivocada. Lo que te quieres quitar de encima no se va a ir con una pastilla o con un pinchazo. Yo creo en la aceptación: voy a ser vieja, voy a tener arrugas, voy a tener lo que este mundo me dé, y por eso voy a buscar algo que me motive. Soy afortunada porque la gente que me rodea me quiere. Soy así por toda la buena vibración que recibo«, concluye.
«Yo creo en la aceptación: voy a ser vieja, voy a tener arrugas, voy a tener lo que este mundo me dé, y por eso voy a buscar algo que me motive. Soy afortunada porque la gente que me rodea me quiere. Soy así por toda la buena vibración que recibo«, concluye.
Pilar García Galindo