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Toni Tur, presidente de la Cooperativa de Sant Antoni: “El sector agrícola en Ibiza es un enfermo en cuidados intensivos”

Por Laura Ferrer
22 septiembre 2025
en Local
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Toni Tur, presidente de la Cooperativa Agrícola Sant Antoni, en el almacén donde guardan la algarroba de los productores locales. Muestra una saca con algarroba ya triturada. Fotos Paco Natera.

Toni Tur, presidente de la Cooperativa Agrícola Sant Antoni, en el almacén donde guardan la algarroba de los productores locales. Muestra una saca con algarroba ya triturada. Fotos Paco Natera.

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Quedamos con Toni Tur, Secorrat (Eivissa, 1988) en la sede de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni, que huele a algarroba por los cuatro costados (están en plena recolección) y donde no cesa la actividad de las carretillas. Charlar con él es hacer un pequeño master de agricultura ibicenca. No se le escapa un detalle y en su discurso se mezcla el orgullo de quienes sostienen el campo de Ibiza con la tristeza de las dificultades de sector que, en sus propias palabras, está en la UCI y necesita más que buenas intenciones para sobrevivir: una intervención urgente a vida o muerte por parte de Govern balear y Consell. Licenciado en Derecho y con un máster en Derecho Ambiental «que no termine», dice sin afán de hinchar currículum, ha encontrado su verdadera vocación lejos de los tribunales: en la tierra que habían trabajado sus abuelos. En 2015 decidió acogerse a la ayuda de joven agricultor y, con solo 26 años, dejó atrás una carrera jurídica para dedicarse de lleno al campo. Hoy, casi una década después, preside la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni y es portavoz de la Alianza por el Agua, desde donde defiende con pasión la modernización y el futuro del sector primario en Ibiza. Su apodo, Secorrat, procede de la casa payesa en la que creció, a los pies de la montaña del mismo nombre, y simboliza ese arraigo que marca toda su trayectoria.

—¿Qué balance hace de la temporada de verano para los agricultores de Ibiza?

—Todos hemos hecho una relativa buena campaña, pero la incerteza para el año que viene es aún superior a la que teníamos el año pasado. No solo el nivel de agua de los acuíferos está más bajo sino que estamos viendo que algunos pozos están subiendo en conductividad.

—¿Qué significa subir en conductividad?

—La conductividad es un parámetro que indica el nivel de sal del agua, que está subiendo y eso afecta a los rendimientos. Si sigue subiendo, el agua no se podrá usar. Si llegara al extremo de que se salinizase tanto que no se pudiera regar, eso significaría el final de la explotación agraria, evidentemente. Sobre todo en hortalizas.

—¿El riego no se podría suplir en ningún caso por agua desalada?

—Eso no está sobre la mesa y no es factible. No hay una red de distribución de agua desalada y el coste que supondría desplazar agua desalada en camiones para regar la hortaliza sería absurdo. El volumen de agua a desplazar para una explotación agraria media supondría un movimiento de camiones diarios absurdo. No podríamos competir en precio… es imposible regar patata con camiones de agua desalada.

Lo que se podría hacer es una red de distribución de agua desalada, una comunidad de regantes que pudiera aprovecharla, pero eso a día de hoy no existe. La balsa de Sa Rota todavía no está en marcha [han pasado 30 años desde su construcción pero nunca ha podido usarse el agua, principalmente por exceso de cloruros].

—¿Así que no hay posibilidad de regar con agua depurada, que se está vertiendo al mar?

—El agua depurada se está vertiendo porque tiene la salinidad demasiado alta y la convierte en inútil para el uso agrícola. Lo que pasa con el agua depurada es que el ciclo del agua está roto: desalamos agua de mar para abastecer de agua la población, que una vez usada pasa a la red de cañerías que va a las depuradoras pero esas depuradoras, en lugar de recibir agua desalada, como la habíamos entregado a la red, la recibe agua con un nivel de salinidad muy alto.

—¿Por qué sucede eso?

—Por dos causas. La principal es la intromisión marina en las cañerías, sobre todo en el municipio de Ibiza, donde las cañerías están por debajo nivel del mar, y también por el vertido de agua salobre de diferentes operadores [principalmente hoteles y restaurantes a través de sus propias desaladoras o descalcificadoras], que eso sería más fácil de controlar. La manera de detectarlo sería segmentar la red de recuperación de agua y saber exactamente dónde se produce esta intrusión salina. No hace falta inventar nada sino poner medios. Tenemos un ejemplo muy cercano en el municipio de Calvià, en Mallorca. Allí renovaron toda la red de recuperación de agua y pueden monitorizar e identificar exactamente dónde hay una fuga o dónde hay una intrusión salina con parámetros controlables en directo. Hoy en día existe la tecnología suficiente. Han conseguido una eficiencia del noventa y pico por ciento. Así que no hace falta irnos lejos. Con copiar a los mallorquines nos serviría.

Toni Tur, en la sala de juntas de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni durante la entrevista. Fotos Paco Natera.

—¿Presionan a las administraciones para que sigan el mismo camino?

—Lo saben perfectamente. El problema es que en muchos municipios no se ha hecho la inversión cuando se debería. Esto significa cambiar toda la red de saneamiento de aguas y después hay que controlar las industrias susceptibles de verter aguas salobres a la red. Normalmente suelen ser por descalcificadores porque la descalcificación se hace con sal. Lo que tiene que hacer la administración es saber dónde entra agua salada y dónde se pierde agua buena. Y eso se consigue con inversión y monitoreo constante.

El problema es que el agua que llega a la depuradora  a día de hoy está salada, y esa sal impide que se lleve a cabo el proceso biológico de depuración y, además, convierte ese agua en veneno para el campo, la sal esteriliza el suelo porque es un biocida.


—Entonces me está diciendo que, a corto plazo, todo depende de que se recuperen los acuíferos. ¿La única forma de recuperar los acuíferos es con lluvia o hay otra manera?

—La única forma racional de recuperar los acuíferos es, primero, dejar de explotarlos y, segundo, con lluvia. Claro, la lluvia no podemos controlarla pero al sobreexplotación sí. Es tan sencillo como dejar de extraer agua para usos que no estén establecidos en el plan hidrológico, que establece que el consumo humano y el consumo agrícola están por delante de los usos recreativos.

—¿Les duele leer noticias como el vaciado de piscinas o simplemente ver el riego de jardines de grandes villas…?

—Claro, para el sector primario es muy doloroso. Nosotros cuidamos cada gota para producir alimentos pero, por otro lado, en el mismo suelo rústico que debería estar reservado a la producción agraria, tenemos usos inapropiados del agua. El abuso y la obscenidad de la diferencia en los usos del agua se pone de manifiesto en cosas tan flagrantes…

—¿De qué manera cree que las instituciones deberían actuar en este caso?

—No es necesario inventar más leyes ni publicar más leyes. Simplemente aplicando las leyes que tenemos las cosas mejorarían pero hace falta control. Hubo una modificación del PTI hace poco sobre jardines y aprovechamiento de aguas de lluvia. Todas las casas tienen que tener cisterna en suelo rústico, etc. Es decir, en suelos rústicos los usos del agua están muy regulados. Yo creo que no debería haber ningún abuso. Hay jardines que son más grandes que nuestros propios campos de cultivo. Es tan fácil como coger el Google Maps, no hace falta más. Se ve enseguida. Hacer cumplir las normativas que ya existen. Uno de los problemas del sector primario es que, al confundir suelo rústico con suelo urbanizable, sufrimos la gentrificación del campo. Entonces no hay espacio a la actividad agraria mientras sí hay espacio a la especulación.

Toni Tur, durante la entrevista. Fotos Paco Natera.

—Si no llueve en los próximos meses en Ibiza, ¿qué va a pasar?

—Los primeros afectados seremos nosotros, el sector primario, pero después se verá afectada el resto de la socioeconomía de Ibiza. En lugar de caer en la depresión hay que emprender acción. O nos ponemos las pilas y hacemos todo lo que deberíamos hacer o no tendremos muchas opciones más que depender de la lluvia, que cada vez es más escasa. La inercia climática es que cada vez sea más reducida la lluvia en la isla.

—Esta semana han mantenido una reunión con representantes de todas las cooperativas de la isla de Ibiza. ¿El tema del agua ha estado presente?

—La reunión tenía el único punto del día de sustituir al representante de Ibiza en la Unió de Cooperatives Agràries de Baleares (Ucabal), porque Pepe Parreta se jubiló. Se llegó a un acuerdo y el día 2 de octubre son las elecciones. Pero, claro, el tema del agua aparece en todas las reuniones que hacemos, quieras que no, aunque sea de manera informal entre nosotros. ¿Cómo está la cosa por Sant Carles? ¿Cómo está por Santa Eulària o, por aquí, por Sant Antoni? Y la verdad que la perspectiva es dura, dura. La realidad es más dura de lo que nos imaginamos.

—¿Cuál es la fotografía actual del sector agrícola en Ibiza?

—[Se lo piensa] No es una pregunta fácil… No quiero ser pesimista, pero es un enfermo en cuidados intensivos ahora mismo. Y por muchos factores. Tenemos el factor del agua y tenemos el factor de la tierra, que son ambos imprescindibles para la agricultura. Y después tenemos el factor del relevo generacional. Somos muy pocos agricultores profesionales y menos aún los jóvenes agricultores.

Entre la sede de la Cooperativa de Sant Antoni y el almacén donde ahora hay una montaña de algarroba. Fotos Paco Natera.

—Ha quedado claro por qué el agua es un problema pero, la tierra ¿por qué es un problema?

—Es un problema de acceso a la tierra. Al haber un incremento de precio tan brutal, sumado a la gentrificación del suelo rústico, hace muy difícil, por no decir imposible, el acceso a la tierra a nuevos agricultores o incluso a los existentes. En terreno rústico, al ser más bajo el baremo de construcción, siempre prima la especulación urbanística por encima del uso agrario, porque es más rentable para el propietario y eso nos afecta a todos.

—El otro asunto es el relevo generacional y que hay pocos agricultores profesionales. ¿De cuántos agricultores activos estamos hablando?

—Según el Fogaiba, con datos del 2024, somos 63 agricultores profesionales aproximadamente en toda la isla de Ibiza.

—No parecen muchos…

—Hablamos de profesionales que se dedican a la agricultura y para los que más del 50 por ciento de los ingresos provienen de la agricultura, es decir, que dependen de ello y se dedican a ello. Puede que la impresión sea de que hay más porque en la isla hay mucho propietario de suelo rústico que se dedica a tiempo parcial al campo. El impacto real sobre el sector primario lo tienen los pocos profesionales que quedan. Es el mismo caso que con el sector primario en el tema de la pesca: si quedan pocos pescadores, a nivel profesional menos todavía.

—¿Los 63 productores viven de la agricultura completamente?

—Todos.

—No debe ser nada fácil, ¿verdad?

—Hay algunos grandes agricultores en Ibiza.

—…como Calvin Harris [el dj que compró Terra Masia]

—Esa finca era una de las más productivas de la isla. A veces vienen inversiones extranjeras para hacer proyectos agrícolas a Ibiza, pero muchas veces fracasan porque no entienden la dificultad de la producción en la isla y porque el enfoque principal, si se hace desde el punto de vista agronómico, pues no tendría por qué ocurrir en Ibiza.

Es decir, que hay zonas agronómicas en España mucho más potentes que Ibiza. Entonces cuando vienen proyectos aquí lo hacen más que nada por la ‘marca Ibiza’ y lo que hacen es tener la actividad agrícola como complementaria… que no me parece mal, pero hay que entender que la realidad es esa.

—¿Pero esa finca funciona? Ha dicho que Terra Masia ‘era’, en pasado, una de las más productivas. ¿Ya no lo es?

—No estoy al día de la producción que tienen, pero si tuvieran mucha producción lo veríamos. Y no es así. Pero no puedo decir más porque no tengo noticias al respecto.

—Volviendo a los pageses actuales: ¿qué edades tienen?

—Sabemos que, de esos 63, una veintena más o menos tienen menos de 40 años. Eso ya te indica algo importante. La mayor parte de los agricultores actuales son de la generación del baby boom, de manera que, en 10 o 15 años, tendremos una bajada importante de agricultores profesionales. Ya lo estamos viendo en la Cooperativa de Sant Antoni: a la mayoría de los que trabajan con nosotros les quedan diez, quince años de actividad. Después de eso quedaremos muy poquitos. 

—¿Pero no hay interés de la gente joven por el campo?

—Es que el problema no es que no haya interés de la gente joven. Siempre les acarreamos a los jóvenes toda la problemática que no hemos sabido solucionar nosotros. ¿Les va a tocar solucionar el cambio climático, salvar el campo y ser súper eficientes? El problema es que la situación actual en el campo es tan difícil que no es llamativo, por no decir casi imposible, empezar una explotación agrícola desde cero con el nivel de inversión que tienen que hacer los jóvenes hoy en día. Si en el campo nos estuviéramos haciendo millonarios, entre comillas, seguro que habría jóvenes dispuestos a trabaja. Una explotación agrícola que puede funcionar ahora perfectamente, pero está condicionada a si llueve o no llueve el año que viene. La incertidumbre es enorme.

—¿Cuántas mujeres hay entre los 63 productores profesionales?

—No sé el número exacto pero rondaría el 33 por ciento… Hay que recordar que la hortaliza, tradicionalmente en Ibiza, la hacían las mujeres. Las payesas, que se encargaban de la dinámica de la casa payesa, eran las que daban de comer a los animales y las que se encargaban de la hortaliza.

Adaptarse o morir

—¿Los cultivos de Ibiza se están adaptando al cambio climático, a la realidad que estáis experimentando con respecto a los ciclos o, precisamente, a la falta de ciclos?

—Así es. Tenemos una realidad a la que hay que adaptarse. Recuerdo un año que, en lugar de cambio climático, ya hablábamos de caos climático, porque un año es de una manera, el otro año es de otra… Y la falta de previsión en el clima evidentemente perjudica a la agricultura. Nuestra manera de producir se basa en el conocimiento acumulado de los años anteriores. Si todo cambia ese conocimiento de desmorona. Por ejemplo, este junio ha hecho muchísimo calor. Para algunos cultivos ha sido perjudicial, para otros ha sido beneficioso, pero ha sido un calor excepcional. Ninguno de nosotros esperábamos este calor en junio.

—¿A qué cultivo le ha beneficiado el calor?

—Los beneficiados han sido menos que los perjudicados, pero es cierto que las altas temperaturas han aumentado el calibre del melón, que maduró en julio y fue más grande. Pero todas las cucurbitáceas, que son sandías, calabazas, calabacín y pepino, a partir de 35 grados no producen flores femeninas, entonces baja su producción. La producción de pimiento, tomate y berenjena se está complicando, sobre todo los meses de más calor. Y este año no solo ha hecho calor en julio y agosto. Lo ampliamos a junio…

—¿Septiembre también ha arrancado más caluroso de lo normal?

—Este septiembre está siendo más caluroso y, lo peor de todo, menos lluvioso. Las tormentas de verano, que normalmente aquí en Sant Antoni siempre las tenemos asociadas a Sant Bartomeu, el 24 de agosto, no han llegado. No ha llovido nada, no hemos tenido tormentas.

—Antes hablaba de adaptación de cultivos a esta nueva situación: ¿de qué manera lo hacen?

—Nos vamos adaptando cada año y buscamos variedades que sean más resistentes al golpe de calor. Por ejemplo, en calabaza buscamos variedades que tengan la hoja más grande para que hagan más sombra. En patata, cultivo tradicional de Ibiza, lo que estamos haciendo es adelantar el ciclo: la patata que se recogería por Navidad normalmente se sembraba desde el 15 de agosto hasta ahora, 15 de septiembre. Pues los agricultores, al no tener lluvias y al tener una temperatura tan alta, lo que hacemos es retrasar un poco la siembra para asegurar el ciclo del cultivo. Y en la patata de verano lo que hacemos es, en lugar de sembrar en febrero o marzo, estamos sembrando en enero, porque la patata tiene un ciclo de 120 días aproximadamente. Si la recogida nos coge en mayo, ya no es lo mismo que que te coja la cosecha en junio o julio, que el calor puede provocar que pierdas la cosecha.

Están ahora en plena campaña de recogida de algarroba, que se procesa en la nave de la cooperativa. Fotos Paco Natera.

—¿Consell de Ibiza y Govern balear están haciendo lo que tienen que hacer? ¿Escuchan y responden a su demandas?

—La relación con el Consell d’Eivissa, a nivel de comunicación y soporte, es buena. La relación con el Govern, en lo que respecta al tema del agua, debería tener una respuesta más intensa y mucho más inmediata. Hay que ponerse las pilas en el tema de las competencias de agua. Hay que hacer un plan de choque directamente. Medidas a corto, medio y largo plazo. A corto tiene que haber, porque, si no llueve para la temporada que viene, por favor, que se apliquen restricciones. Ya lo pido por favor, porque el año pasado hicimos un manifiesto pidiendo medidas. Yo creo que ya son urgentes e importantes. Todas las medidas son bienvenidas, pero hay que ir más lejos en intensidad y más rápido en el plazo.

A medio plazo sí que es verdad que se están proyectando inversiones, pero estas inversiones se han de materializar y después también cuestan de mantener. Es decir, que los residentes sepan que el coste del agua en Ibiza subirá si seguimos así.

Y a largo plazo, pensar en un modelo, porque al final todos los partidos políticos han estado en el gobierno y han pasado 20 años hablando de agua. Yo creo que estamos solucionando problemas de hace 20 años y hay que intentar plantear un sistema que sea sostenible para los siguientes 20 años.

—¿Cree que la cuarta desaladora solucionará problemas?

—Es necesaria en la medida en que se necesita más agua, pero no es la única medida. Hay que abordar tanto la capacidad de producir agua desalada como la capacidad de incidir en el ahorro y el uso que le da al agua. No podemos tener una cuarta desaladora para luego derrochar el agua en usos recreativos inapropiados. Si en lugar de hacer una desaladora nueva pudiésemos recuperar toda el agua que se despilfarra o se pierde por el problema con las depuradoras, el agua resultante sería como el de dos desaladoras. Tendríamos más agua en el sistema sin tener que construir ninguna más. Si en el sistema de distribución y en la red de saneamiento no tuviéramos fugas ni intrusiones marítimas, sería un ahorro real mucho más grande que sólo construir desaladoras.

Adiós a los almendros del Pla de Corona pero, ¿bienvenida a otros cultivos?

—¿Cuál es el principal riesgo para el suelo en Ibiza?
—El mayor riesgo es la erosión y la desertización. En la isla tenemos suelos muy arcillosos —en algunos casos, con hasta un 30% de arcilla— y cuando se compactan se vuelven impermeables, lo que acelera la degradación.

—¿Qué medidas deberían aplicarse para frenar esa tendencia?
—Lo fundamental es mantener el suelo cubierto y aireado, hacer trabajos verticales en lugar de voltear la tierra —que provoca más erosión— y apostar por el modelo tradicional de Ibiza: un sistema mixto con árboles, cereal, ganadería y un poco de huerta. Ese es el paisaje típico ibicenco y el que mejor equilibra el terreno.

—¿La agricultura ecológica y regenerativa son una solución?
—Sí, porque van en esa dirección. Se trata de cubrir el suelo, ya sea con desbroces o con árboles, para que nunca quede desnudo frente al sol y el viento. Es lo que marca la Unión Europea y, además, es más sostenible a largo plazo. Solo así podremos mantener la fertilidad y evitar que Ibiza camine hacia la desertificación.

—El Pla de Corona es una de las estampas agrícolas más reconocibles de Ibiza. ¿Tenemos que olvidarnos del almendro en flor tras la muerte de tantos árboles?
—El almendro se sembró hace unos 100 o 150 años porque era un cultivo rentable y de poco esfuerzo, pero ahora no se dan las condiciones. Hay sequía, falta de regadío y, además, en esa zona no hay agricultores profesionales, así que muchos árboles se han secado y hay que arrancarlos.

—¿Por qué en la península sigue siendo un cultivo fuerte y aquí no?
—Porque allí se trabaja en regadío y de forma intensiva, y eso no es posible en el secano ibicenco. Aquí el almendro se ha vuelto casi inviable si no se acompaña de acuerdos con los propietarios y de asesoramiento técnico.

—¿Qué alternativas podrían plantearse?
—La algarroba es una, porque es resistente y ya tiene un valor en el mercado. También los cereales extensivos o incluso cultivos más tropicales, que pueden adaptarse al nuevo clima. Pero hace falta un replanteamiento serio.

Toni Tur. Fotos de Paco Natera.

—Usted lleva al frente de la Cooperativa tres años, ¿cuál es su historia?
—La cooperativa tiene casi 75 años. Surgió porque los agricultores necesitaban unirse para conseguir insumos y poder vender sus productos de forma conjunta. Su función principal sigue siendo esa: compras colectivas de insumos agrícolas y prestación de servicios a los socios.

—¿Qué servicios concretos ofrecéis a los agricultores?
—Aquí en Sant Antoni nuestra actividad principal es el suministro agrícola y el servicio de maquinaria. Además, apoyamos a los socios en los cultivos principales: cereal, algarroba y hortalizas, sobre todo patata. Nos encargamos de traer la semilla, prestar el tractor, la maquinaria de siembra…

—¿Todos los grandes productores están afiliados a la cooperativa?
—La mayoría sí, porque les interesa. Muchos agricultores están en una o varias cooperativas a la vez; es bastante habitual compartir pertenencia entre diferentes entidades, yo mismo estoy en varias.

—Más allá de la logística, ¿qué valor aporta la cooperativa a los agricultores?
—Les facilita acceso a recursos, reduce costes y ofrece asesoramiento técnico. Para pequeños y medianos productores, esto es esencial: sin la cooperativa, muchas de estas tareas serían inviables. Además, permite que los agricultores puedan concentrarse en lo que mejor saben hacer: producir alimentos de calidad y mantener el territorio.

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