Es una más de las abominaciones urbanísticas que sufrió esta isla. Se encuentra en el antiguo camino que comunica Port des Torrent con Cala Bassa, junto a un bosque de pinos, en lo que a priori debería ser un idílico paseo por el campo ibicenco. Estas estructuras fantasmales, casi como esqueletos de unos edificios que no llegaron a ser, son imposibles de olvidar para todo aquel que las haya visto.
Las ruinas consisten en tres edificios de planta rectangular, con una planta baja y dos pisos más de altura, que se levantaron a finales de los años setenta. Se construyeron solo los cimientos, el techo, las vigas y unas escaleras que conectan las diversas plantas. En todo este tiempo, estas ruinas han corrido diversa suerte: uno de los edificios fue pintado de negro por el artista Javierens, que lo transformó en el ‘Templo de la Especulación’; han sido escenario de raves y de fiestas alternativas; y ahora, en una muestra de lo que es el signo de los tiempos de la isla, se han convertido en el hogar y refugio para las personas sin techo.

“Llevamos aquí desde hace tres años”, explica Nafi, de origen saharaui y que ejerce de portavoz del grupo que se ha instalado dentro de la ruina. Todos los inquilinos viven en la primera planta y, aunque no nos permiten el acceso a ella -han vallado la entrada desde la escalera- Nafi nos atiende y nos explica su historia.
Una comunidad dispersa
“Llevo en Ibiza desde hace cuatro años. Antes vívía en un apartamento de una sola habitación en Sant Antoni, era pequeño y pagábamos 1.200 euros”, explica, “nos echaron de allí y luego encontrar un alquiler que se pudiera pagar se hizo imposible. Un amigo me habló de este sitio y me vine aquí”.
Explica que, en estos momentos, en el edificio viven seis personas, aunque el número de residentes es flotante. Desde el exterior se pueden distinguir dos tiendas de campaña de Decathlon -que se han convertido en el símbolo del chabolismo en Ibiza- y una estructura construida con palés y lonas, que aprovecha también las vigas del edificio.
“La Policía Local sabe que estamos aquí. De hecho, yo tengo aquí el teléfono de la policía, de los bomberos y el de emergencias por si pasa algo en esta zona. Yo soy el que vigilo. Una vez incluso llamé a la policía porque en una casa de aquí había una fiesta y hacían mucho ruido”, comenta Nafi, que señala que hay mucha gente sin techo y nómada acampada en la zona que se extiende entre Port des Torrent y Cala Bassa: “Hay una pareja de italianos que vive un poco más arriba, en el bosque. Junto a la costa, hay varias furgonetas con gente que hace noche allí. Hay otros dos en una haima. Algunos se van moviendo. Muchísima gente en Ibiza vive así”.

La vida en la ruina
Nafi conoce a otros compañeros saharauis que viven en asentamientos de chabolas, principalmente en el que hay junto al Recinto Ferial. No obstante, en este grupo la mayoría trabaja en Cala de Bou y Sant Antoni, con lo que prefieren vivir aquí, ya que así están más cerca de su lugar de trabajo: “Todos estamos en la hostelería. Somos cocineros, ayudantes de cocina, friegaplatos…”. El agua la compran en la fuente que hay en Sant Rafel, y la ropa la limpian en una lavandería de Cala de Bou.
El grupo que vive en este edificio confía en que podrán continuar instalados aquí: “Nunca hemos tenido problemas y lo mantenemos todo limpio”. Ahora se preparan para afrontar el invierno, aunque no le tienen miedo: “Tenemos mantas y sábanas… no hay problema. Cuando la vida era dura de verdad era cuando estábamos en el desierto. Después de eso, podemos con todo”.