Si esto fuera una narración bíblica, diríamos que a las 10.15 horas de la mañana se abrieron los cielos y empezó a caer agua. No lo hizo de manera torrencial. Empezó a llover casi con disimulo y, a pesar de los avisos, absolutamente nadie se podía imaginar lo que estaba a punto de suceder.
Apenas 20 minutos después, el agua ya empezaba a acumularse en la calzada de las calles de Vila. En ese momento, María, una vecina que vive en la esquina de las calles Abad y Lasierra y Sant Cristòfol, se asomaba al balcón y nos explicaba lo siguiente: “Vivo aquí desde hace quince años y yo nunca había visto algo así”, y ya apuntaba a los motivos del colapso: “Hay hojas acumuladas en el suelo desde hace semanas y nadie las ha recogido, han taponado los imbornales y ahora hay inundaciones en los comercios”.
Pasaban los minutos y la lluvia aumentaba de intensidad. A las 10.45 horas ya todo el mundo tenía claro que la cosa iba en serio. Pronto el barrio de es Pratet quedó completamente anegado. En el puerto de Ibiza, el agua que bajaba por las calles adyacentes arrastraba contenedores de basura y la conducción se convertía en un deporte de riesgo. A mediodía, llegaba al teléfono móvil de todo el mundo el aviso de Emergencias que recomendaba que nadie saliera de casa. En este momento todo el mundo dejó de hacer lo que estaba haciendo y buscó un lugar donde guarecerse.
“Tenía que ir al Hospital de Can Misses a hacerme una ecografía pero he dejado el coche aquí porque estaba todo inundado y me ha dado miedo”, explica María Narbona, una joven que se ha tenido que refugiar en la redacción de Noudiari para buscar un espacio seguro y cargar el teléfono para llamar al trabajo y a la familia.

Los balcones y los portales se han convertido en refugio improvisado y en lugares de tertulia, donde cada uno explicaba su caso personal. “Me han llamado de la guardería y me han dicho que pase a recoger a mi hija, pero no puedo moverme de aquí, es imposible”, comenta Andrea, una vecina de es Pratet, “además, caminar ahora por la calle es peligrosísimo porque pisas a ciegas. Puedes caer por un boquete o por una alcantarilla”. Absorta ante el nivel que alcanza el agua, comenta: “El drenaje no funciona. Deberían limpiarlo más. Luego cae una de estas y sucede lo que sucede”.
Ha sido una mañana de llamadas a los centros escolares. Es la principal preocupación de Ricard, quien después de salvaguardar su motocicleta de la riada y de ponerla en un lugar seguro, ha llamado al IES Algarb: “Me dicen que allí la situación es normal, que no me preocupe. Luego diré a mi hijo que coma en casa de un amigo porque no me puedo mover”. En Vila, la dirección general de Emergencias ha pedido a los padres que no recojan a sus hijos de los centros escolares, ya que estos «ya se encuentran seguros con sus profesores en los centros escolares». No ha sido hasta las 16 horas que se ha levantado esta restricción.


Esperando a que escampe
El edificio que hay frente a la estación marítima de Formentera se ha convertido en el lugar donde se han guarecido los que han llegado a la isla en ferry. Los que subían al barco, en cambio, no tenían otro remedio que atravesar la inundada avenida de Santa Eulària con el agua hasta las rodillas y sosteniendo la maleta encima de la cabeza. Algunos se han cubierto con chubasqueros de plástico comprados en un bazar chino, o se han bolsas de basura en las piernas. Mientras miran el cielo, muchos esperan el momento de escapar y descansan sentados en el suelo, exhaustos y descalzos, con los pies empapados.
“Venimos de Formentera y tenemos que ir al hotel Iberostar Puerto de Ibiza, pero de aquí no nos podemos mover”, explica David, un turista inglés que se toma las cosas con filosofía: “Llevo una hora atrapado aquí y no me queda otra que esperar. Tenemos el vuelo de regreso a casa mañana, ¡espero que esta tarde el agua ya haya bajado!”.




También se encuentran en una situación parecida Carmen Juan y Estíbaliz Villarreal, dos vecinas de Sant Carles a quienes el corte de las carreteras ha obligado a quedarse en Vila: “Veníamos del aeropuerto y al llegar al túnel de Platja d’en Bossa nos han obligado a desviarnos. Nos hemos metido en Vila y ya no podemos salir de aquí. ¡Esto es una ratonera!”. Su coche ha quedado anegado y todavía tardará unas horas en poderlo sacar: “Ahora no nos podemos mover de aquí”.
A partir de las 14 horas la lluvia ha aflojado su intensidad. Ha sido el momento que en los comercios han aprovechado para sacar escobas y fregonas y limpiar los negocios. A las 16 horas la lluvia ya era casi testimonial, era el momento de cruzar los dedos, buscar el vehículo y regresar a casa, ya que a las 17.30 horas la lluvia regresaba con renovada intensidad, aunque en esos momentos las calles ya estaban casi desiertas. Difícilmente olvidaremos que un día de septiembre la tormenta Gabrielle pasó por aquí.