Desde hace dos semanas, José Salazar, gerente de la tienda de muebles IbizaDescans, vive en una pesadilla continua. La madrugada del lunes 29 al martes 30 de septiembre, las primeras lluvias de la tormenta Ex-Gabrielle ya inundaron su negocio, situado en la esquina de las calles Madrid y Vicent Serra y Orvay de Vila. Al día siguiente, el agua y el barro volvían a invadir los bajos del comercio en dos ocasiones, por la mañana y por la tarde. Y como si fuera una broma de mal gusto, cuando pensaba que todo había pasado, el sábado pasado la dana Alice volvió a embarrarlo todo.
Ahora tiene toda la tienda de muebles levantada y el suelo embarrado. Desolado, Salazar hace un recuento de todas las pérdidas: “Mira todo este género. Los colchones ya se pueden tirar, los he intentado secar y no hay manera. Los canapés, las maderas, todo esto es irrecuperable”, echa un vistazo a su alrededor y calcula que habrá perdido, solo en género, entre 50.000 y 60.000 euros.
“No solo es esto. Tirarlo todo me cuesta 7.000 euros. Es que no tengo dinero ni para tirarlo”, comenta desesperado. No tiene ingresos desde el pasado día 30 de septiembre y admite que está en bancarrota: “Lo he perdido todo”.

El aviso de que se acercan más lluvias y de que hay otra alerta decretada para la tarde de este mismo lunes, le angustia. Pese a que ya le quede poco por perder, desde el pasado día 30 la ansiedad ha echado raíces en su interior: “Desde entonces que no duermo. Esto nos ha reventado”. Da las gracias de que el propietario del local les ha eximido de pagar el alquiler durante este mes, pero por ahora, todo es oscuridad a su alrededor: “No sabemos cuándo podremos cobrar del Consorcio de Compensación de Seguros, pero yo ahora no tengo nada. Esto nos ha destrozado”.
La calle Madrid, junto con su paralela de Arquebisbe Cardona Riera, son vías que suelen sufrir los estragos del agua cada vez que llueve con intensidad. Los comerciantes de la zona lo atribuyen a un peralte que se ha formado tras una obras de reasfaltado que acumula el agua sobre las aceras, y a que las alcantarillas están atascadas. Es una opinión que comparte Arturo Bandrés, uno de los socios de La Cicloteca, comercio situado en la calle Madrid, y donde este lunes por la mañana todavía estaban quitando barro.

“El día 30 se nos inundó dos veces, por la mañana y por la tarde. Pensábamos que ya todo había pasado, y el sábado se nos llenó de agua otra vez”, explica Bandrés. Señala que, gracias a que pusieron una barrera de sacos de arena en la puerta, pudieron contener las dimensiones del desastre: “La primera vez que se inundó, entró tanto barro que se formó una capa y no pudimos ni fregar, tuvimos que hacer un manguerazo y sacar el barro como pudimos”. Cuando llueve sabe que se acercan malas noticias porque sabe su negocio está en el peor sitio: “Hay dos puntos bajos en la calle Madrid, y nosotros estamos en uno de esos”.
Dos portales al lado, está la imprenta Manonelles. Allí, el agua entró no solo por la puerta, sino también por el techo: “Cuando hubo la primera inundación sufrimos filtraciones y goteras del techo. Este es un edificio viejo, tiene los pluviales envejecidos. Son todo problemas”, comenta Marc Guillem, trabajador de la imprenta, quien añade que tienen las máquinas paradas desde el pasado lunes: “El agua afectó a las máquinas de offset. Cuestan mucho dinero”.

Explica Guillem que el pasado sábado, cuando empezó a llover, se acercó para comprobar cómo estaba el interior: “Por suerto no entró tanta agua como el otro día”.
Otra zona crítica es el triángulo que hay entre la calle Pere Francés, el parque Bob Marley y el aparcamiento de pago de Es Pratet, donde hay dos bloques de edificios. Cuando se construyó el parking, la valla metálica se instaló encima de una fila de ladrillos que impiden la circulación del paso del agua, lo que provoca que los bajos de estos bloques se inunden.
“La salida del agua está bloqueada y el desagüe está lleno siempre. Aquí, el sábado pasado se formo una acumulación de 50 centímetros de agua”, comenta Luca Criscuolo, socio del negocio Tricoma Ibiza. Al escucharnos, dos vecinos que están en el balcón de casa, intervienen en la conversación para contarnos cómo vivieron la situación: “Aquí se forma un lago. No podíamos salir de casa”, comentan indignados.

Llevan dos días limpiando sin parar, pero no saben si habrá servido para nada: “Hay que eliminar las barreras que taponan el agua. Esto se tiene que drenar mejor”, y Criscuolo señala otro efecto provocado por el último reasfaltado de la calle: “Se han comido la acera. Apenas hay un desnivel de un centímetro. Cuando llega el agua, sube y entra en los bajos directo”.
Al menos, en su caso, las barreras que pusieron en la entrada de su negocio evitaron desastres mayores. Hay quienes no han tenido tanta suerte.