Javier Alonso / María Antonia Mateu es una abogada jubilada con 30 años de experiencia en el Teléfono de la Esperanza en Palma que tiene grabada en la memoria una llamada: «Fue un hombre que había perdido todo e iba a estamparse con su coche y me dijo: Voy a quitarme la vida, necesito que me diga algo por lo que vivir; me tocó mucho, no sabía qué decir».
Este voluntariado requiere un año de formación y tres cursos: dos sobre conocimiento propio y otro sobre cómo ayudar a los demás.
Las llamadas que recibe están motivadas por la soledad, «el principal problema», seguidas de crisis de ansiedad por los problemas de la vida y, finalmente, por la ideación suicida.
En el rato que pasamos con ella escucha a siete mujeres y un hombre. Las llamadas, de toda España, caen de manera aleatoria entre los 29 centros de esta ONG. Curiosamente, las mujeres suelen llamar más por las mañanas y los hombres, a partir de la medianoche.
«Lo más importante no es tener respuestas, de hecho no las tienes, sino saber escuchar: hablar del problema es la parte más importante de la solución, solo con hablar te quitas un peso enorme de encima», asegura.
En el caso del hombre que quería estrellarse con su coche, de repente, a María Antonia, se le pasó por la cabeza comentarle: «Y si tú desapareces, alguien lo va a pasar muy mal, alguien te echará en falta… Pensé que me iba a decir que no, pero me respondió que sí: ‘mi madre y mi hermano'», que fueron los que le salvaron.
Una chica de Bilbao
Entre quienes llaman en esta noche hay una chica muy joven de Bilbao. Está llorando, habla entrecortada. Cuenta que el día que murió su padre sufrió una agresión sexual, pero la justicia ha concluido que no hay pruebas. Desde entonces, precisa de ayuda psiquiátrica y María Antonia le recomienda también apoyo psicológico.
Su madre se ha cogido unos días libres del trabajo para cuidarla. «Puedes perder la batalla en los juzgados, pero no la batalla de tu vida, tu madre te necesita», le impele.
Otro caso: una mujer de Murcia maltratada por un hijo. Le propone que acuda a un taller de desarrollo emocional del Teléfono de la Esperanza.
María Antonia explica: «La gente te cuenta que se ha peleado con una amiga, pero en realidad lo que te quiere decir es que está sola y necesita hablar con alguien». Primero hablan de lo accidental, después llega lo esencial.
Es el caso de un hombre de Sevilla en la treintena: arranca la conversación comentando su adicción al móvil, que lo tiene restringido, y al final deja caer que se autolesiona con una navaja, que es adoptado y que, como es «muy católico», reza por su madre biológica, que no sabe si vive. «Cuéntaselo a tu padre y, por supuesto, al psicólogo», le propone.
Otra llamada responde a una persona cuya ansiedad crece conforme se acerca la Navidad y otra a una mujer bebida a quien apenas se le escucha. También llama una muchacha joven que necesita hablar, pero que cuelga de manera abrupta en cuanto María Antonia le pregunta con voz amable si tiene amigos.
«¿Usted qué querría hacer?, ¿Qué haría si la historia fuera al revés? ¿Se ha puesto en su lugar? ¿Cómo se sentiría usted si lo hace? Piénselo esta noche. Llámenos otro día», son algunas de las preguntas y consejos que ofrece.
María Antonia explica que algunos compañeros tienen que dejar este servicio porque «en ocasiones te afecta personalmente». Los voluntarios comparten un grupo de Whatsapp y cuentan con ayuda psicológica para hablar de los conflictos que escuchan, que en ocasiones son «horribles».
500 llamadas al día, 200.000 al año
El 1 de octubre de 1971, el Teléfono de la Esperanza comenzó a sonar en Sevilla, unos meses antes que en Madrid. Fue una idea de Serafín Madrid, un fraile madrileño de la orden de San Juan de Dios.
Es un servicio gratuito de apoyo y escucha confidencial a personas en situación de crisis emocional. Está activo las 24 horas todos los días del año. En 2000 recibía 50.000 llamadas al año, ahora roza las 200.000, unas 500 diarias.
A medianoche, cuando aún faltan tres horas para acabar su turno, María Antonia Mateu, presidenta del Teléfono de la Esperanza en Baleares, levanta los ojos del ordenador donde registra cada caso y ve la mirada penetrante de Lev Nikoláievich Tolstói. Es una foto a color con unas palabras impresas del escritor ruso: ‘Si sientes dolor, estás vivo. Si sientes dolor de otro, eres un ser humano’.
El número general del Teléfono de la Esperanza es 717003717.
EFE






