La marca Majoral inició su camino en 1974 de la mano del joyero y orfebre Enric Majoral, quien entonces era un joven autodidacta que acababa de llegar a Formentera procedente de su Sabadell natal. Desde entonces, las cinco décadas de Majoral han ido de la mano de estas islas que le acogieron e inspiraron. Una conexión con las Pitiüses que se traduce de muchas maneras: la flora de las islas es una inspiración permanente para las creaciones de Majoral; mantienen tiendas abiertas todo el año tanto en Vila como en Sant Francesc de Formentera; y su compromiso con la sostenibilidad y el futuro de las islas es irrenunciable.
Un compromiso ético que atraviesa la actividad de la empresa. Una prueba de ello es que es una empresa pionera en España en usar oro Fairmined en sus piezas. Es decir, joyas con un sello que certifica que el oro se ha obtenido de manera justa, sin trabajo infantil, ni explotación de los trabajadores, ni destrucción del medio ambiente: “Es minería justa. Además, somos proveedores de oro Fairmined a otros joyeros más pequeños”, explica Sabina Majoral, codirectora de la joyería: “Es un sello internacional que obtienen algunas minas artesanales, pequeñas, que pasan unas auditorías que certifican que no contaminan ni tienen explotación infantil. Todo lo que obtienen se revierte en la comunidad de quienes trabajan en la mina. Y les compramos directamente, sin intermediarios”.
Majoral trabaja también con diamantes Fairminded, es decir, aquí no encontraremos los ‘diamantes de sangre’, no se perpetúa ningún negocio de extracción y saqueo de recursos de los países en vías de desarrollo. “Nosotros les compramos directamente a una comunidad que hay en Colombia. También compramos oro reciclado, que no se extrae de minas. En este caso, lo hacemos a través de una entidad que lo regula y que certifica su origen ético”.


Explica Sabina Majoral -hija del fundador, Enric Majoral- que en breve recibirán una entrega de diamantes para una colección que se llamará Oceà, y que estas piedras tienen un origen muy especial: “Se extrae del fondo del océano, en Sudáfrica. No se sacan de una explotación minera a cielo abierto. La idea es, dentro de nuestras posibilidades, aportar todo lo que podamos a la joyería ética”.
Abiertos todo el año
Estos materiales siguen siendo trabajados por Enric Majoral quien, a sus 76 años, mantiene intacta su creatividad ya que, como dice su hija, “los artistas nunca se jubilan”. Desde hace unos años, además, cuenta con la colaboración de su hijo, Roc Majoral, quien ha garantizado el relevo generacional del taller. Sabina, por su parte, es la codirectora de la firma y está al frente de la tienda que tienen en Vila, en la calle Anníbal, número 8 (la popularmente conocida como ‘calle de las farmacias’).

“Para nosotros es importante abrir todo el año porque no queremos ser de los que vienen en verano, se llenan la bolsa y después desaparecen. Abrir todo el año implica demostrar que somos de aquí, que formamos parte de esta comunidad, que este es nuestro lugar y que si tienes un negocio, no tienes por qué cerrarlo en invierno”, señala Sabina Majoral, “y esto lo aplicamos tanto aquí como en Formentera. En la tienda de La Mola es cierto que solo abrimos seis meses, porque hay menos público, pero en Sant Francesc abrimos todo el año”.
En el interior de las tiendas de Majoral nada está dejado al azar, y ellas mismas son también una extensión del espíritu de la firma: “En este local de Vila pusimos piedra de marès en las paredes, ya que los edificios de esta parte de la Marina están hechos con marès. En el suelo pusimos unas baldosas hidráulicas hechas por un artesano de Mallorca, Rajoles Huguet, que incorporan el diseño de nuestra joya de la posidonia”.
Joyas de autor
Pero, ¿qué podemos encontrar en las tiendas de Majoral? “Hacemos joyas de playa y oro, son los dos metales que más trabajamos. Tenemos toda una gama de precios. Desde joyas de plata sencillas, asequibles a todo el mundo, a otras piezas con diamantes, perlas o piedras preciosas, a unos precios más elevados”, explica Sabina Majoral.
Una de las señas de identidad de las joyas de Majoral es el trabajo casi escultórico que se hace con los materiales, mediante acabados mates, oxidados, ralladuras… una transformación que convierte cada joya en una pieza única e inesperada.


La otra seña de identidad es la inspiración en la naturaleza: desde la clásica línea Posidònia -que se ha convertido en un símbolo de la marca- hasta Pinassa, que imita a las hojas de pino, o Romaní, inspirado en los troncos de esta planta tan mediterránea. “También colaboramos con artistas de otras disciplinas, que no son joyeros, sino pintores, escultores, arquitectos… y les invitamos a que hagan una joya. Entre los dos, diseñan una joya y nosotros la producimos. Esto nace de la inquietud de mi padre de intentar ir más allá y crecer creativamente”, explica Sabina Majoral. Así, los clientes pueden adquirir piezas hechas a cuatro manos en las que han participado nombres como el arquitecto Marià Castelló o artistas como Stella Raholla, Erwin Bechtold, Gilbert Erreyns o Willie Márquez.
Una de las colaboraciones más curiosas fue la que unió a Majoral con la violinista Lina Tur Bonet. El resultado fue un botón que remite al botó pagès, pero que guarda una sorpresa especial: “Dentro del botón hay un coral y una perla, y cuando se mueven hacen un ruidito. Lina, que es músico, quería una joya que sonara”. “Estas colaboraciones nos divierten, nos estimulan. Las iniciamos hace años y nos han dado grandes satisfacciones”, resume Sabina Majoral.
La creatividad de Majoral tampoco se detiene, pero el éxito no le ha hecho olvidar sus orígenes ni tampoco sus principios éticos. Una joya de Majoral siempre es algo más que una joya.








