Leila Zaimi y Mercedes Ortuño Lizarán /EFE/ Adel y Alilou salieron de Argelia en sendas pateras en 2020 y 2022. De la primera y de sus pasajeros no quedó rastro; la segunda fue rescatada sin dos personas. Años después, sus familias se aferran aún a la esperanza de que sigan vivos: nadie les puede demostrar lo contrario.
Es el silencio al que se enfrentan los seres queridos de miles de migrantes desaparecidos tras lanzarse al mar en su intento de llegar a Europa, como ha podido constatar EFE hablando con los hermanos de Adel y Alilou.
En la ruta argelina, cuyo destino final es principalmente Baleares y también el sureste peninsular, murieron en 2024 al menos 517 personas, según el balance anual del colectivo Caminando Fronteras. Entre enero y mayo de 2025 los fallecidos son 328, casi el doble que en el mismo periodo del año pasado, cuando naufragaron 175 personas.
Quienes deciden embarcarse en una patera saben perfectamente que el trayecto es peligroso. Por eso algunos, para no preocupar a sus familiares, les ocultan sus intenciones y ni siquiera se despiden de ellos.
En 2024 arribaron a las costas de Baleares de forma irregular 5.882 migrantes, según datos del Ministerio del Interior, y en lo que va de 2025 han llegado ya al menos 3.482, de acuerdo con el recuento de EFE a partir de la información facilitada por la Delegación del Gobierno.
Los cuerpos de quienes naufragan tienen dos destinos posibles: perderse en el mar para siempre o que las olas los arrojen a la costa.
Si lo segundo pasa en España, la burocracia y la falta de colaboración de los países de origen dificultan tanto el proceso que son muy pocos los cadáveres que se acaban identificando y menos aún repatriando.
La posibilidad de identificación mediante exámenes de ADN es tan remota y la comunicación con las familias tan escasa que a muchas de ellas, sin restos que velar, el silencio las persigue de por vida, a la vez que les da alas para agarrarse a cualquier escenario ilusorio en el que todavía sigan vivos.
En la cárcel, pero vivos
«A lo mejor están en la cárcel o en Túnez», dice a EFE Rachidi, de espaldas al Mediterráneo en la ciudad de Aïn Taya -a unos 30 kilómetros al este de Argel-, de donde zarpó su hermano Adel junto a otras veinte personas el 6 de diciembre de 2022.
Ambos se vieron esa misma noche, pero Adel no le contó sus planes a su hermano, a pesar de que últimamente dejaba caer que quería salir de Argelia.
Tras un par de días sin noticias de Adel, su familia comenzó a preocuparse por él, pero lo llamaban y su teléfono estaba apagado. Tampoco respondía su amigo Djalil, con quien tenía intención de dejar el país.
Fue el hermano de Djalil quien confirmó a Rachidi que los chicos se habían embarcado en una patera rumbo a España en la que viajaban 21 personas.
La familia de Adel ha intentado localizarlo «por todos los medios». Las autoridades argelinas aseguraron a Rachidi que no encontraron pateras esos días en alta mar y le sugirieron que quizá desaparecieron ya en aguas europeas.
Adel tenía 21 años cuando decidió jugarse la vida para llegar a España. «No hay esperanza. No puedes tener un hogar, una casa propia en tu país (…). Te duele el corazón: la gente huye en pateras con sus bebés», lamenta su hermano, que pide acción al Gobierno argelino para evitar el drama.
«¡Hay algo en el mar Mediterráneo que no se entiende! ¿Por qué hay gente que llega y que es recibida por la Cruz Roja y otros de los que no sabemos nada? ¡Son miles de personas, miles!», clama Rachidi, consciente de que la mayoría de sus preguntas nunca encontrarán respuesta.
Amine, otro joven argelino, perdió de la misma forma el 21 de agosto de 2021 a su hermano, Askander, de solo 22 años, y ahora ayuda desde España a quienes siguen buscando a sus desaparecidos en el mar.
Comprende que conserven la fe de que continúen con vida, incluso si eso significa que estén en alguna cárcel: «Yo mismo pensé así los primeros meses», confiesa.
Varias versiones, pocas certezas
Karima no se cree que su hermano Alilou naufragara junto a un amigo, dice que las versiones de los nueve supervivientes de aquella patera que partió con once personas son contradictorias.
Era el 1 de noviembre de 2020 sobre las dos de la madrugada, una noche de sábado a domingo, en Aïn Benian -a unos 36 kilómetros al oeste de Argel-, y Alilou soñaba con llegar a Alicante.
Según los relatos que le han llegado a Karima, a unos 50 kilómetros de la costa alicantina una avería dejó la embarcación a la deriva durante varias noches, hasta que el 7 de noviembre Salvamento Marítimo rescató a nueve personas. Faltaban dos.
«Hay dos versiones: una dice que mi hermano saltó para recuperar su jersey en el mar y que su compañero intentó socorrerlo cuando la corriente lo arrastró; la segunda, que vieron un barco y fueron nadando hasta él porque estaban desesperados después de cinco días», cuenta.
En estos cinco años no ha habido ninguna pista más, lo que ha dejado espacio a una tercera versión: «Pienso que mi hermano y su amigo fueron señalados como patrones (de la patera)», apunta Karima, convencida de que los detuvieron las autoridades españolas.
«No creemos que se ahogaran. Están mintiendo», zanja, sin saberse si habla ella o la esperanza de, algún día, encontrar con vida a su hermano. EFE