El protagonista de una de las historias más insólitas del budismo contemporáneo vuelve a escena con una mirada crítica sobre su pasado. En una entrevista publicada por el diario El Mundo, Ósel Hita —hijo de una familia de raíces ibicencas— repasa el viaje que lo llevó de los monasterios del Tíbet a los retiros espirituales en Occidente.
A mediados de los años 90, el nombre de Ósel Hita dio la vuelta al mundo. Criado en una comunidad espiritual de la Alpujarra granadina, aunque hijo de una madre ibicenca (María Torres), Ósel fue identificado a los 14 meses por el mismísimo Dalai Lama como la reencarnación de Thubten Yeshe, un influyente lama tibetano fallecido en California. Su familia, ferviente seguidora de la tradición budista, aceptó que el niño fuera trasladado a la India para recibir formación monástica.
Pero no todos estaban en paz con esa decisión. En 1995, la madre de Ósel, María Torres, denunció en una entrevista al New York Times que su hijo estaba siendo “malcriado” por los monjes, y pedía recuperar un papel activo en su educación. “No me importa lo lama que sea, todavía necesita a su madre”, decía entonces. El niño, que había sido venerado como un ser sagrado, empezaba a mostrar rasgos que la propia familia no reconocía.
Hoy, Ósel Hita es un hombre de 40 años que ha pasado por una intensa transformación personal. En conversación con El Mundo, reflexiona sobre su singular trayectoria y el alto precio de haber sido considerado una figura divina desde la cuna. “Entre los 14 meses y los dos años te separan de tu familia y empiezan a tratarte como a un dios. Eso es muy perjudicial para la formación de un niño”, afirma en la entrevista.
Tras casi dos décadas en monasterios, Hita abandonó la vida religiosa formal y reapareció públicamente en 2022 gracias a un documental de HBO que volvió a poner su historia en el centro del foco mediático. Durante años se refugió en Ibiza, intentando encontrar su identidad lejos de la disciplina monástica. “El titular de ‘el lama que se fue de fiesta a Ibiza’ era fácil y sensacionalista”, reconoce ahora, “pero me ayudó a cerrar muchas heridas”. En otro documental, realizado por el colaborador de NouDiari Samaj Moreno, Hita daba en la isla otro punto de vista de sus vivencias.
A pesar de haber tomado distancia del sistema tradicional del budismo tibetano, Ósel no ha roto con sus raíces espirituales. “Sigo siendo un maestro dentro de esa tradición, pero desde fuera de la institución. Solo desde la distancia se puede romper con ciertas barreras”, afirma. Según detalla en El Mundo, mantiene una estrecha relación con el Dalai Lama, quien le ha respaldado en su decisión de vivir su rol desde la libertad.
El precio, sin embargo, no ha sido bajo. Ósel habla abiertamente de los problemas psicológicos que arrastró tras una infancia de aislamiento. “Pasé 17 años sin socializar. Todo estaba controlado. Las personas que me rodeaban no podían abrazarme ni tocarme la cabeza”, recuerda. “Llevo quince años en terapia. Pasé una depresión profunda. Mi hijo me ha ayudado a sanar”.
Su mirada crítica alcanza incluso a la institución que lo reconoció como reencarnado. “No le deseo a nadie la vida de un tulku. Es una prisión política y religiosa”, sentencia. Por eso, cuando murió su principal maestro, pidió que los futuros reconocimientos se hicieran después de los siete años de edad, para que los niños tuvieran al menos tiempo de establecer un vínculo real con sus familias.
A día de hoy, Ósel Hita no se ha desligado del todo de la jerarquía budista: ocupa un puesto elevado y es considerado un referente espiritual, aunque sin asumir el papel ceremonial que se espera de alguien en su posición. “Estoy tres escalones por debajo del Dalai Lama, pero yo ya no tengo las manos atadas”, explica en la entrevista. “Él sigue siendo un prisionero de la institución que representa. Yo no”.
Desde su fundación medioambiental —que ya ha plantado millones de árboles en decenas de países— hasta los retiros que organiza mezclando neurociencia, meditación y filosofía budista, Hita quiere ser un puente entre Oriente y Occidente, entre el pasado que lo marcó y el futuro que ha elegido construir por sí mismo. “He abrazado los pilares de la armonía religiosa y la ecología. Pero lo hago desde mi camino, no desde un trono. Soy un discípulo del Dalai Lama, pero también un rebelde”, concluye.
Uff.. no digo nada por que el artículo ya lo dice todo.. el budismo tiene una imagen que no se corresponde con la realidad.. y qui nos quejamos de la Iglesia católica, para flipar lo de allí!
a quién interesa este individuo? cada x tiempo lo mismo. Vive del cuento.
Molta festa i poc pencar