“El hecho de ver y escuchar la experiencia en primera persona de alguien que ha tenido una vida tan dura y ha dejado las drogas da un choque de realidad”. Así resumía uno de los estudiantes del municipio de Sant Antoni lo vivido durante la charla que Francisco Ruiz Expósito —Fran— ofreció en los centros educativos IES Sa Serra, Santísima Trinidad, Can Bonet y Es Quartó de Portmany. Su testimonio, marcado por décadas de consumo de drogas, el diagnóstico de esquizofrenia y una recuperación valiente, abrió una puerta al diálogo con los alumnos, que empatizaron con su historia y aplaudieron su valentía.
La intervención de Fran forma parte del programa ‘Voces de la Salud Mental – Historias de superación y prevención del consumo’, impulsado por APFEM (Asociación Pitiusa de Familiares de Personas con Enfermedad Mental), en el marco del IV Plan Municipal de Drogas del Ayuntamiento de Sant Antoni de Portmany. El objetivo: hablar de salud mental y adicciones desde una perspectiva cercana, empática y real. Y, a juzgar por las reflexiones del alumnado tras el coloquio, no cabe duda de que lo han conseguido. “Ahora tengo una percepción más realista y madura sobre el problema de las adicciones”, reconocía una alumna al finalizar la charla.
Desde el principio, el relato de Fran rompió los esquemas de su público. Muchos jóvenes no podían creer que aquel hombre de 60 años, con una sonrisa constante, sereno y directo, hubiera sido campeón de España de atletismo y miembro del ejército antes de caer en el consumo. “Que toda su vida se destrozara por las drogas”, fue uno de los mensajes que más caló entre los oyentes.
Su honestidad y valentía, también les conmovió. “Que se atreviera a contar su historia delante de nosotros, cuando no ha tenido una vida fácil, me impactó muchísimo”, expresó otro alumno. Y no fue el único. La mención a los múltiples ingresos —hasta siete—hospitalarios antes de decidir dejar las drogas, la muerte de su padre como punto de inflexión, y su decisión de abandonar la metadona por su cuenta cuando ya estaba en proceso de recuperación, provocaron una mezcla de respeto y tristeza entre quienes lo escuchaban.
La historia de Fran despertó también recuerdos entre los jóvenes, y les hizo reflexionar sobre situaciones similares, relacionadas con la constancia, la fuerza de voluntad y el deseo de recuperación. Una alumna compartió que se emocionó especialmente al escuchar cómo Fran se reconstruyó tras tocar fondo. “Me puso muy sentimental conocer su historia. Empaticé mucho con él porque yo pasé por un problema de salud muy grave y me sentí muy identificada”, explicaba tras el coloquio.
Comprender antes que juzgar
La charla consiguió algo muy importante: desmontar prejuicios. Varios estudiantes reconocieron que saber la historia de Fran les había ayudado a cambiar su visión sobre las personas con problemas. “Nunca hay que juzgar a nadie porque no sabes lo que esa persona puede estar pasando”, afirmaba uno de los jóvenes, mientras que otro confesaba que «antes no entendía por qué alguien acaba consumiendo drogas». «Ahora veo que hay situaciones de soledad, presión social… que te pueden arrastrar a ello y que puede parecer la única salida», agregaba.
La enfermedad de la esquizofrenia fue uno de los puntos que más preguntas suscitó. A pesar de las advertencias habituales sobre las drogas, pocos sabían que podían desencadenar trastornos mentales tan graves. “Me impactó pensar que somos nosotros mismos, consumiendo, quienes podemos llegar a causarnos esta enfermedad”, reflexionó un estudiante.
La relación de Fran con su madre, quien explicó que decidió dejar las drogas para apoyar a su madre tras el fallecimiento de su padre, propició también otro tipo de reflexiones. “Me ha hecho pensar que tengo que pasar más tiempo con mi madre. A veces no valoras algo hasta que lo pierdes”, confesó una joven. El relato del usuario de APFEM les permitió conectar con sus propias vivencias, empatizar con otras realidades y entender que pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino de valentía.
La charla, moderada por Lucía Ortín, educadora social de APFEM, generó un espacio seguro de conexión emocional. “Queríamos romper estigmas, acercar la salud mental a las aulas desde una perspectiva empática, mostrar que es posible superar situaciones difíciles con apoyo y tratamiento”, explica Ortín. El formato —una entrevista en vivo, íntima y honesta— ayudó a que calara el mensaje. “Creemos en el poder transformador de las historias reales. Cuando alguien habla con sinceridad, sin adornos, se crea una conexión inmediata con el público”, añade.
Y el alumnado no solo escuchó. Quiso hablar y compartir. Algunos expresaron que les habría gustado contar también sus propias historias o que se diera espacio a quien estuviera pasando por algo similar. Esa necesidad de ser escuchados fue uno de los grandes descubrimientos de esta experiencia. “Nos dimos cuenta de que no solo necesitan escuchar. También quieren y necesitan ser escuchados”, reconoce Ortín.
Varios jóvenes propusieron incluso ampliar el formato: traer folletos con información sobre recursos de ayuda, explicar más en profundidad los trastornos como la esquizofrenia o incluso alargar el tiempo de la charla para conocer más sobre la vida de Fran. “Me gustaría escuchar más historias como esta”, comentó una alumna. “Me gustaría que hubiéramos hablado todos los de la clase. Así aprenderíamos más los unos de los otros”, añadió otra.
Una de las claves del éxito de esta charla fue que no partió de la prohibición, sino de la información a través de vivencias. Fran no vino a decir “no consumas”, sino a contar qué ocurrió cuando lo hizo. Y cómo, después de muchos años, decidió salir. “No se trata solo de advertir sobre los riesgos, sino de enseñar que hay caminos de salida, que nadie está solo, y que la ayuda existe”, subraya Ortín.
La charla fue para muchos una puerta a la comprensión, a la prevención y al autocuidado. “Gracias a él ahora tengo más empatía hacia las personas que sufren este tipo de problemas”, confesó una alumna, mientras otra reconocía que «Fran le había dado esperanza». «Tengo personas cercanas con adicciones y ahora confío en que pueden cambiar y tener una buena vejez”, confiaba la misma joven.
“Queremos que el alumnado entienda que la salud mental también les pertenece, y que deben cuidarla igual que su cuerpo”, señala Ortín. Por eso, desde APFEM insisten en la necesidad de que los centros educativos cuenten con «espacios reales de escucha, de descompresión emocional». Lugares donde los jóvenes puedan compartir sus miedos y vivencias sin juicios.
Y es que, como recordó Fran en su intervención, “detrás de cada diagnóstico hay una persona”. Una persona que, como cualquiera, tiene días buenos y malos, pero que merece ser vista más allá de su etiqueta.