Como cada año por estas fechas, los primeros abejarucos ya pueden observarse en distintos puntos de la isla. Estas aves migratorias, inconfundibles por su plumaje colorido y su vuelo ágil, llegan desde el África subsahariana para criar en el sur de Europa, haciendo de Ibiza una de sus paradas habituales durante los meses cálidos.
Este martes, en la cala de es Torrent, el fotógrafo ibicenco Paco Natera logró captar a uno de estos ejemplares en un momento poco habitual: posado, en reposo, sobre la rama alta de un árbol. La escena tuvo lugar tras una mañana activa del ave cazando insectos al vuelo, una de sus especialidades. La fotografía, tomada con una Canon R7 y un objetivo 200-800 mm, refleja con nitidez el detalle del plumaje y transmite la serenidad del instante.
Obtener una imagen así no es fácil. Los abejarucos, aunque presentes en la isla durante varios meses, son aves inquietas, rápidas y poco dadas a posarse en lugares accesibles. Fotografiar uno en buen ángulo, con buena luz y sin alterarlo, requiere paciencia, conocimiento del entorno y algo de suerte.
Los Merops apiaster —nombre científico del abejaruco— llegan a Ibiza entre abril y mayo. Aquí encuentran el entorno adecuado para anidar: taludes, márgenes de torrentes y zonas de tierra blanda donde excavan túneles de hasta un metro de profundidad para sacar adelante a sus crías. Permanecen en la isla hasta finales de verano, cuando inician el viaje de regreso hacia África.
Quien ha visto un abejaruco en libertad sabe que no es un pájaro cualquiera. Hay algo en su forma de volar, en ese destello de colores vivos contra el cielo, que obliga a detenerse. No es solo un ave bonita: es un visitante que llega sin hacer ruido, pero que transforma el paisaje. Su presencia, fugaz pero constante cada primavera, conecta al observador con algo esencial.