Desde hace tres días, el Parque de la Paz tiene nuevos inquilinos que se han ganado el cariño de todo el que pasa por allí. Una mamá pato criollo y sus 14 crías recorren el parque llamando la atención de los viandantes y, sobre todo de las familias con niños pequeños y los mayores que descansan en los bancos.
Durante el día, se mueven en grupo, cruzando caminos, investigando rincones y revoloteando entre la hierba, siempre pegados a su madre. Ella, firme y paciente, los guía con la seguridad de quien ya sabe que el mundo es un lugar lleno de curiosidades y peligros. Y ellos, todavía torpes y encantadores, la siguen sin pensárselo dos veces.
Hay quien se sienta en los bancos solo para verlos pasar. Quien les hace fotos, vídeos, o simplemente sonríe al verlos caminar. La escena, sin buscarlo, se ha convertido en uno de esos regalos inesperados que ofrece la vida urbana cuando menos te lo esperas.
Y al caer la tarde, cuando el parque se vacía poco a poco, llega uno de los momentos más bonitos. La mamá pato se acurruca en el césped y sus 14 patitos se agrupan a su alrededor, en silencio, como si el día entero les hubiera pasado por encima. Ella cierra los ojos un momento, pero sigue atenta. Descansa, sí, pero sin bajar la guardia.
En otro rincón del parque, una segunda mamá pato está incubando. Si todo va bien, pronto llegarán más crías y el Parque de la Paz se convertirá, todavía más, en un pequeño refugio de vida.
Para garantizar su seguridad y supervivencia, los patitos no se pueden dejar en el Parque de la Paz y se trasladarán a Natura Parc, tal y como informa el Ayuntamiento de Ibiza.