De todos es sabido que en Ibiza vivimos una paradoja tan evidente como dolorosa: una de las islas más prósperas y turísticas del Mediterráneo convive con asentamientos chabolistas y de caravanas donde sobreviven familias enteras. Allí se mezclan inmigrantes llegados en patera en situación irregular y trabajadores con contrato que, aun teniendo empleo, no pueden pagar los precios desorbitados de la vivienda. Es la cara más amarga de una realidad que muchos prefieren mirar de reojo.
Los políticos, en lugar de enfrentarse a este drama con seriedad, se enredan en un constante “y tú más”. El actual equipo del Partido Popular presume de cerrar asentamientos, pero no ofrece alternativas reales: lo único que logran es desplazar a esas familias de un lugar a otro, ocultando el problema bajo la alfombra. El Partido Socialista, mientras tanto, se lava las manos y señala con el dedo a sus adversarios, olvidando que durante años gobernaron sin prever lo que era evidente: que sin vivienda pública, sin regulación del alquiler turístico ilegal y sin medidas preventivas realmente eficaces, la bomba acabaría estallando.
La responsabilidad, por tanto, es compartida. Unos por no planificar y otros por no resolver. Y la ciudadanía, mientras tanto, atrapada entre el precio imposible de los alquileres y la vida y la marginalidad que se enquista en los márgenes de la ciudad.
Las soluciones, sin embargo, no son ningún misterio. Son medidas que en otros lugares ya funcionan y que en Ibiza se han ignorado por pura falta de valentía política:
Construcción de un parque real de vivienda social y protegida.
Regulación firme del alquiler turístico ilegal.
Alojamientos temporales dignos para los trabajadores de temporada.
Planes de control e integración para inmigrantes en situación vulnerable.
Coordinación entre administraciones y no reproches cruzados.
Incentivos para vivienda asequible, tanto en obra nueva como en rehabilitación.
Pero claro, nada de esto se improvisa de un día para otro. Requiere planificación a medio y largo plazo, pero sobre todo decisión política. Y ahí es donde todos han fallado: por miedo a enfrentarse a los intereses inmobiliarios, turísticos y sobre todo electorales.
En definitiva, el problema de los asentamientos no es solo una cuestión de dignidad humana, sino también de modelo social y de convivencia futura. Ibiza no puede seguir funcionando a base de parches y expulsiones temporales. O se aborda la raíz del problema con firmeza, o la fractura social será cada vez más profunda, visible e insalvable.
Más ponerse a trabajar y menos lanzarse los platos a la cabeza los unos a los otros, porque la convivencia y el futuro de nuestra sociedad depende de ello.
José Antonio Iniesta Navarro,
Licenciado en Física
y profesor del IES Sa Colomina