En menos de 24 horas he sido testigo de dos escenas totalmente contradictorias relacionadas con la juventud. En la primera, ayer por la tarde, mi pareja y yo poníamos fin a la jornada laboral paseando junto a nuestro can por la costa este de la isla. Sin esperarlo, un proyectil surcó nuestras cabezas hasta caer al agua. Sin gafas y algo cegata, no había acabado de identificar el objeto volante cuando mi compañero, con vista de aguilucho, espetó un sonoro: “¡Muy bonito!”, a los jóvenes de enfrente. Refrescos y vasos en ristre, una vez finalizado el botellón de mitad de semana, uno de ellos pensó que la mejor manera de culminar la jornada era lanzar el casco de la botella de ron low cost al Mediterráneo.
“¡Vergüenza tendría que daros!”, inquirió al grupo de adolescentes de ambos géneros, quienes, con mucha hormona y poca neurona, excusaron su comportamiento asegurando que incluso les había hecho sentir “culpables”. “¡No es para menos!”, me uní al reproche. “Siempre le digo que tire todo a la papelera, pero no me hace caso”, respondió uno de ellos señalando al lanzador. Continuamos nuestro trayecto esperando haber generado, al menos, un poquito de conciencia cuando, ya de regreso, descubrimos que el grupito se había ido dejando tras de sí varias bolsas y vasos de plástico tirados en el suelo. “¡Me cagüen san pito pato!”, grité mientras recogíamos la basura abandonada junto al mar.
Con esta y otras tantas escenas similares en mente, hoy, 24 horas después y tras la celebración de la sexta edición del Foro Futuro junto a IbizaPreservation, puedo decir que vuelvo a creer en la humanidad, y en las nuevas generaciones como motor de cambio.
Con una temática centrada en el respeto y el cuidado del entorno natural —en especial del medio marino—, el encuentro ha servido como un espacio de reflexión para saltar a la acción. Ponencias con expertos, fotografía submarina como herramienta de denuncia, iniciativas de ciencia y divulgación ciudadana, expresiones de arte reivindicativo y retos de sostenibilidad liderados por el propio alumnado han demostrado que hay otra juventud que observa, piensa, se organiza y actúa.
Más de 250 estudiantes de distintos centros de Ibiza han alzado la voz por un Mediterráneo más sano y vivo, con propuestas reales para cambiar hábitos desde el aula y también desde casa. Porque, aunque no todos lo hagan bien, hay quienes lo están intentando. Y eso, en estos tiempos, no es poca cosa.