Mañana jubilosa en nuestro querido instituto, adalid del espíritu nacional.
Los ‘al·lots’ y ‘al·lotas’ se alinean en el patio. Separados, como Dios manda, y con su adecuada indumentaria; pantalones cortos y camisa impoluta ellos, blusa clara y graciosa falda por debajo de las rodillas ellas. Ni atisbo de los otrora indecentes modelos que exacerbaban las tentativas de lujuria y pecado entre nuestros ahora jóvenes afectos al régimen.
Orgullo y emoción emanan de la juvenil tropa cuando la rojigualda es izada a lo más alto del asta, ondeando al viento que propaga el fervor del movimiento, entonado en la grácil voz de los imberbes estudiantes con los primeros acordes del Cara al Sol, himno que vuelve a resonar en esta decente escuela tras los tiempos oscuros donde la anarquía, el separatismo y los contubernios rojomasónicos a punto estuvieron de hacer descarrilar la pacífica convivencia que con aires nuevos enarbolan los alumnos encabezados por el afecto director, el ínclito colectivo de profesores y maestras y, por supuesto, don Camilo, nuestro querido párroco, que alza el puño al grito de ‘¡Viva España y Viva el Caudillo!’.
Atrás quedan los tiempos de revoluciones baldías perpetradas por ciertos elementos pseudo terroristas infiltrados entre los docentes y debidamente depurados a posteriori. Sujetos que no dudaban en enarbolar los trapos cuatribarrados así como la genocida palestina e intentar interrumpir el discurso de la honorable mandataria regional con infaustas caceroladas.
Suerte hubo que los periodistas televisivos ahí presentes, tendientes a pueriles pensamientos izquierdistas, recibieron a tiempo las sensatas indicaciones de la diligente diablesa vestida de Prada comandantes de los informativos de Palma de Mallorca, siempre dispuesta a segregar el necesario mensaje de la autoridad, de la protesta cobarde y estéril. Una noble gesta que algunos, equivocadamente, quisieron tildar de censura.
Pero eso es el ayer. El hoy, es la unidad. Ahora todo el mundo es feliz. Desde que la gente de bien desbarató las mafiosas corruptelas del gobierno comandado por el nefasto Sánchez y el nuevo orden se impuso más allá de las burdas urnas, la máxima de nuestra amada patria: Una Raza, Una Lengua, Una Religión, prevalece, como ha de ser, y permite que las muestras folclóricas y los dialectos como el formenterensense o payés, en nada parecido al extinto catalán, se puedan expresar libremente en el seno familiar sin resultar en molestia para con el vecindario, que derecho tiene a deleitarse con toros y flamenco, muestras identitarias comunes de la libertad que vivimos y que ningún hijo de la gran [me gusta la] fruta nos volverá a arrebatar jamás, ya que cercano está el renacer del imperio donde jamás se ponía el sol. De la Tierra del Fuego a Filipinas, de Guinea Ecuatorial a Flandes, volveremos a ser ‘Una Grande y Libre’ gracias al empeño de jovenzuelos como los del renovado IES Marcos Herrero, que merced a su adoctrinada enseñanza en castellano, el mismo que se habla en Salamanca y Puerto Rico sin mota de distinción alguna, contribuirán a perpetuar la estirpe y a extender por este nuevo mundo la verdadera historia de España así como las gestas de aquellos que lucharon, des del Cid Campeador hasta el Caudillo Mazón, para hacer de esta una tierra de progreso y ventura para todos aquellos que la amamos y veneramos por encima de todas las cosas.
Culminado el cantar patrio y con la enseña ondeante al cierzo, en orden nos retiramos a las aulas presididas por el cristo crucificado y los dos ladrones, uno a derecha y el otro, siniestro.
David Setbetes