Una de las dificultades a la hora de poder saber que es lo que nos hace sufrir y nos afecta, es precisamente el hecho de que sepultamos, escondemos, clausuramos y cerramos bajo llave el material que nos duele, tratando de alejarlo lo más posible de nuestra mente.
Hacemos todo lo posible por mantener alejados y desconocidos todos esos aspectos que forman parte de nosotros mismos, pero que al mantener tan rechazados es imposible que podamos integrar y tratar de poner de acuerdo con lo que somos y con como nos sentimos.
Nosotros mismos de alguna manera somos los creadores de este laberinto, en el que escondemos y tratamos vanamente de deshacernos de aquello que nos es difícil.
Más tarde, descubrimos que eso no funciona así. Todo aquello que hemos cerrado bajo mil llaves siempre acaba regresando de forma que nos causa dolor y dificultades: es incontrolable aunque nos hayamos hecho la vana pretensión de que lo podríamos controlar, empujándolo al lugar más embrollado y hondo del laberinto de nuestra mente.
Gran parte del proceso terapéutico de resolver y encontrar respuesta a todo eso que nos hace sufrir, tiene que ver con irse intrincando en ese complejo laberinto, y en todos esos nudos hechos de sentimientos, recuerdos y vivencias, en aras a poder ir desatándolos, estirando de los hilos más importantes y en definitiva, ir recorriendo ese laberinto que es cada uno de nosotros con el afán de avanzar en la vida, acercándonos lo más posible a la salida y abandonando por nuestro propio pie ese laberinto.
Por supuesto que ese recorrido implica que tengamos que revisar muchas cosas de nosotros mismos, de nuestro pasado, de nuestra vida, para lo cual necesitamos un tiempo porque precisamente no son cosas fáciles -por algo las tuvimos que esconder en el fondo-
Desde mi formación y mi perspectiva personal y ética, pienso que esta es la manera de proceder para poder plantear algo nuevo; nuevas respuestas, nuevas posiciones… a antiguas cuestiones que tal vez llevan mucho tiempo haciéndonos daño. A menudo son temas de calado, y cuestiones con las que de alguna manera todo ser humano tiene que ir lidiando (la posición ante la vida, las relaciones, la sexualidad, los límites, la muerte…). Esta es la manera de centrar la cuestión y dirigir la mirada hacia esos «hilos maestros», aunque haya quien prefiera hablar de neutotransmisores, de la falta en el cerebro de determinadas sustancias… Por mi parte pienso que la medicación puede ser necesaria en ocasiones, pero si esa es la única estrategia para tratar el sufrimiento humano, creo que eso tal vez pueda tener que ver con seguir empujando todavía más al fondo del laberinto las cosas que nos hacen sufrir que con decidirse verdaderamente a abordarlas. Que se obtenga un alivio inmediato no quiere decir que no puedan volver en el futuro las dificultades, si en el fondo no están resueltas.
Joan Escandell Salvador
Psicólogo de la Clínica Iniciativas Médicas de Ibiza y Formentera