Compartir un rato con el empresario Miguel Maymó en plena temporada alta tiene algo de balsámico: su sonrisa y su manera de expresarse, serena pero cargada de convicción sobre sus principios, resultan casi una excepción en medio de la vorágine del verano. Veintiocho años después de abrir las puertas de Kumharas, conserva intacta la ilusión y la energía, y el público lo refrenda: no queda una mesa libre y el ambiente combina vitalidad con calma.
Fiel a sus ideas, inmune a las modas y con la sonrisa de quien puede decir que su negocio va viento en popa, Maymó tampoco oculta una sombra de preocupación: los caminos que ha tomado Ibiza no son los que él transita. Tal vez su secreto, en mitad de una temporada atípica, es vivir de espaldas a esa isla que muta. “Yo no salgo de aquí”, dice, mientras alrededor se agolpan cientos de personas para ver caer el sol en uno de los lugares más fotogénicos de la isla. Con esa torre tan característica, que imita a las que defensa contra los piratas, parece que Kumharas también resiste frente a ciertas invasiones bárbaras.
En el Kumharas no hay zonas vip ni se pueden hacer reservas. Solo se atiende alguna demanda, “excepciones puntuales” para grandes grupos a los que les sería imposible encontrar sitio si acudiesen directamente a ver la puesta de sol. El día del encuentro con Miguel Maymó hay una pre-boda pero el resto de mesas están ocupadas por quienes han llegado pronto y se han asegurado una buena vista. Los rezagados hacen cola en la entrada a la espera de una mesa.

Kumharas apenas hace publicidad pero su nombre sigue estando entre los sitios que hay que visitar cada verano. La fórmula, asegura su alma mater, ha sido mantenerse original y fiel a sus inicios, aunque haya evolucionado. Desde el principio tuvo claro que no quería autobuses de touroperadores ni fiestas 18-30. “Me ofrecían 400.000 pesetas cuando yo apenas hacía 30.000 en la caja… pero nunca quise llenar esto de turismo en masa. Preferí seguir mi camino”. Ese camino ha convertido al Kumharas en un refugio donde todavía se mezclan turistas y locales, grupos de amigos, familias con niños, perros correteando y parejas enamorándose al ritmo del atardecer (alguna que otra pedida de mano en lo alto de la torre lo atestigua).

La receta es simple: precios sin locuras —“no es barato, pero tampoco una estafa”— y cero tonterías. “Me piden cien bodas al año, pero hice una y nunca más. Lo pasé peor que la novia”, confiesa Maymó entre risas.
Alrededor de la torre —una construcción ochentera al límite de la ley de costas, de cuando aquello era un minigolf—, el negocio ha ido probando novedades pero siempre sin desviarse demasiado de su eje. Tuvo un restaurante asiático bastante sofisticado y ahora apuesta por puestos de comida informal, “más acorde con lo que somos”. Y así llegaron los tacos mexicanos, los helados tailandeses enrollados en plancha, los perritos calientes, el sushi…
Un equipo que es familia temporada tras temporada
El personal es otro de los pilares. Algunos, como Isaac, llevan 28 años con él. Es decir, desde que abrió la puerta. “Otros han estado quince, veinte… hasta que la vida les llevó por otro lado”. Ahora incluso su hijo mayor, de 16 años, se ha sumado al equipo. ¿Habrá relevo generacional? “No lo sé. Yo también seguí primero en el negocio de mi padre (Autocares Maymó) y un día decidí que no era lo mío. Ya veremos…”, dice, despreocupado, porque le quedan unos cuantos años al frente del negocio. Se le ve feliz.

El Kumharas no necesita mucha publicidad para llenarse cada día. El boca a boca sigue siendo su mejor embajador. Este lugar, que abre cada tarde a las seis y cierra a la una, que programa música en vivo los domingos y que es uno de esos lugares a los que los locales siguen llevando a las visitas como punto de referencia de la puesta sol, cerrará su temporada el próximo 11 de octubre si el tiempo les acompaña, ya que el local es completamente exterior y depende del tiempo meteorológico para seguir activo.
Mientras habla, Maymó no solo muestra su amor por lo que ha construido en estos 28 años sino por la isla y asoma la preocupación por sus transformaciones. Aunque es un hombre optimista, no oculta su inquietud por algo que no le gusta nada: “Ibiza era sinónimo de libertad, música… Ahora ya es sinónimo de caro. Y eso es irreparable”.

Pero Miguel no deja que la tormenta exterior nuble su horizonte. En Kumharas van a seguir trabajando para, sin trampa ni cartón, dejar que siga latiendo la Ibiza que muchos ya echan de menos.
Kumharas…. El secreto está en el nombre
Este local, que comenzó siendo un minigolf, se llamaba Goa Beach pero un empresario bastante conocido en la isla fue tan ‘listo’ que registró el nombre e, inmediatamente, les denunció por su uso, así que Maymó tuvo que pensar en reinventarse y buscar otro nombre. Se lo dio una mujer que le dijo que él era un kumaras y que encontraría una solución. “Es una figura con diferentes significados en la mitología hindú, pero que, en este caso, se refiere a unos humanos que pudieron ser dios, pero que eligen seguir siendo mortales para no perder la humanidad, la cercanía humana”, relata. El nombre no podría estar mejor elegido porque es esa filosofía la que finalmente ha llevado a Maymó al lugar donde quería estar.
Kumharas Ibiza
Carrer de Lugo, 2, Cala de Bou, 07830 Sant Josep de sa Talaia, Ibiza, España
Tel.: +34 971 80 57 40 — Email: info@kumharas.org
Síguelos en Instagram (@kumharasibiza) y en Facebook (Kumharas Ibiza)


