Hay veces que aquellos manejan los hilos del poder nos toman por tontos al resto de ibicencos, y lo peor de todo es que igual tienen razón porque, quien calla, otorga. El último episodio lo encontramos en unas insólitas declaraciones de la presidenta de la Federación Hotelera de Ibiza y Formentera, María Costa, que literalmente ha dicho que los precios de los hoteles en la isla no son caros. “No considero que Ibiza sea un destino particularmente caro… La vida está cara, en general, e Ibiza también”, comentó en unas declaraciones recogidas por Noudiari, quitándole hierro a las tarifas que se abonan en la isla por una habitación de hotel.
Al parecer, a la presidenta de los hoteleros le gusta jugar con la semántica y se define más partidaria de emplear el término “precio elevado” porque, según explica, la percepción de que algo es caro o barato depende de cada uno. En primer lugar, habría que responderle que, por la misma regla de tres, que un precio sea o no “elevado” también depende de cómo se lo tome el que lo paga. A continuación, cabría añadir que los principales agentes turísticos que comercializan las habitaciones de la isla se han dedicado todo el verano precisamente a llevarle la contraria. Pongamos como ejemplo a la plataforma Booking, que, al principio del verano, ya declaró que Ibiza era el destino más caro de nuestro país, con una media de 308 euros la habitación en la primera quincena de julio, por encima de Mallorca y San Sebastián. Muchos otros actores del sector turístico y medios de comunicación especializados han publicado estadísticas y rankings similares, en los que Ibiza lidera la tabla de los destinos “más caros”. En definitiva y dejando al margen la semántica, las declaraciones de la portavoz de los hoteleros son, lisa y llanamente, una tomadura de pelo.
Ignorando las consecuencias nocivas que las políticas de precios y producto del sector hotelero tienen para otros segmentos de la economía turística y la sociedad ibicenca, la portavoz ha añadido que esta evolución de los precios se va a mantener, salvo que lo exija “la ley de la oferta y la demanda”, que, según se deduce de sus palabras, es lo única que importa, más allá del interés general y los ajustes de modelo turístico que se impulsen desde la administración, que ahora quiere volver a apostar por el turismo familiar.
En este ámbito, resulta especialmente estomagante la reacción de Costa cuando los periodistas le preguntaron por las críticas vertidas hacia los hoteleros por su apuesta por el modelo adults only en detrimento, precisamente, del turismo familiar. Cabe recordar que dicho producto ha transformado por completo diversas zonas turísticas de la isla, antaño 100% familiares, afectando gravemente a la oferta complementaria, tal y como ya ocurrió hace algunos años con el modelo de todo incluido, que retenía a los turistas en los hoteles, quitando una enorme porción del pastel turístico a los comercios, los restaurantes y otros negocios. “En Ibiza hemos sido pioneros en el adults only y es una tendencia que ha venido para quedarse”, ha apostillado la susodicha.
Con estas manifestaciones, la presidenta de los hoteleros ha confirmado que las nuevas generaciones de hoteleros repiten los mismos pecados que las anteriores: pretenden multiplicar sus beneficios a costa de quitar todo el negocio posible a la oferta complementaria. Lo hemos visto con otras muchas actuaciones abusivas del sector hotelero, como, por ejemplo, al establecer actividades complementarias de animación musical, convirtiendo sus terrazas en discotecas de facto y restando miles y miles de clientes a los negocios que sí cuentan con la licencia de actividad correspondiente. Se trata de un negocio floreciente para la industria hotelera, que va incorporando nuevos establecimientos transformados en macrodiscotecas año tras año.
Para justificar este plante al turismo familiar, que es el que genera mayor redistribución de la riqueza, ya que este tipo de viajero reparte su presupuesto vacacional en restaurantes y comercios, además de contratar excusiones y otros servicios, Costa ha señalado que dicho segmento también ha cambiado: “El mismo concepto de familia no es el mismo. Ya nadie hace eso de irse 15 días de vacaciones con todos los niños y la abuelita. El concepto de clan familiar que viajaba ha cambiado. Ahora a veces te viene el padre o la madre, con un hijo, sólo dos personas, y los gastos se reducen. La vida ha cambiado y las familias también”. Puede que el concepto de clan familiar haya evolucionado, pero las familias, estén constituidas como sea, siguen viajando y hay un montón de destinos turísticos que viven de ellas casi en exclusiva y que así lo atestiguan. Con lo cual, esta estrategia de restarle importancia, sinceramente, no cuela.
La realidad es que Ibiza, por los altos precios y porque un número creciente de establecimientos hoteleros directamente prohíben el alojamiento a los menores de edad, pierde turismo familiar a mansalva cada temporada. Luego tenemos que soportar a los hoteleros quejarse de la competencia desleal que ejercen las viviendas turísticas situadas fuera del marco regulatorio porque, además, éstas les generan graves dificultades para contratar personal por la escasez de hogares en alquiler. No dicen nada, sin embargo, de la reconversión que han hecho en las últimas décadas de los espacios que destinaban a alojar al personal, que han transformado en nuevas habitaciones, spa y otros servicios, para obtener aún más rentabilidad a costa del bienestar de sus trabajadores.
Tal y como exigía el sector hotelero, parece que el Consell Insular d’Eivissa, mediante acuerdos con plataformas como Airbnb, ha conseguido que muchas viviendas turísticas ilegales salgan del mercado. En paralelo, la promoción turística que se realiza desde ésta y otras administraciones locales se enfoca ahora en tratar de recuperar parte del turismo familiar perdido. Resulta extraordinariamente paradójico que los hoteleros, sin sonrojarse un ápice, exijan acabar con aquellos que les hacen la competencia desleal y, sin embargo, ellos la practiquen con terceros y velen exclusivamente por sus intereses, con tal de seguir multiplicando sus beneficios a costa de todos los demás. Pasan los años, pero en Ibiza nada cambia.