Soy ibicenca, vecina de Cala Llonga, y llevo unos años viviendo en la calle Monte Kilimanjaro.
Es un barrio “tranquilo”, de familias que viven todo el año, gente trabajadora y animalitos domésticos con y sin dueño por doquier…
No entiendo, y nunca entenderé, cómo hay calles o carreteras urbanas con badenes cada metro y medio en cualquier localidad, incluida esta, pero justo toda la calle Monte Kilimanjaro está a merced de algún accidente y, para colmo, sería mortal.
No nos sirve que pase una patrulla de policía una vez al mes, ni que se pongan señales de límite de velocidad. No me cabe en la cabeza cómo justamente esa calle, que es una calle que es transitada más de lo normal, porque arriba está el mirador, no esté llena de badenes.
En verano ya es el colmo: carreras de motos, de coches, velocidades pasmosas que dan miedo. Hablo de más de 80 km/h en una calle de 30 km/h.
En verano hay más extranjeros, pero nunca es un problema de ellos; la gente extranjera que viene a Cala Llonga suele ser más civilizada.
Esto que digo pasa todo el año.
Nos vemos en la obligación de asomarnos a la carretera para hacer ademán con la mano de que disminuyan la velocidad, por miedo a que no nos vean, a que se cruce alguien caminando o incluso cualquier animal del barrio. Resultado: atropello y fuga.
¿Qué hay que hacer para que se coloquen badenes en una calle tan transitada, vecinal, sin aceras y repleta, repletísima de viviendas hasta el mirador?
Llevo meses pensando en escribir una carta al periódico y recoger firmas. Desconozco por qué tengo que tomar yo la iniciativa cuando está claro a simple vista que es una necesidad.
Hay obras absurdas por toda la isla que no son imprescindibles, ¿y por qué tiene que ser el ciudadano el que esté pendiente y detrás de que se haga algo, como en este caso?
¿Esperamos a que haya más disgustos?
Ya ha habido accidentes, también en las curvas (que, para más inri, son cerradas y no se ve nada), empotrándose incluso coches en una vivienda, atropellos de animales domésticos, etc.
¿Esperamos a que se atropelle un niño?
En vuestra conciencia queda.
Desirée Veiga