Lo que empezó como un cohete, amenaza con estrellarse sin remedio. La UD Ibiza ha pasado en solo cinco jornadas de liderar la Primera RFEF (Grupo 2) con autoridad a arrastrarse por la competición sin rumbo, sin gol, sin identidad y sin alma. Esta jornada, el batacazo ha sido mayúsculo: derrota por 3-0 ante el Juventud Torremolinos, un recién ascendido cuya única ambición es mantener la categoría.
El contraste entre ambiciones y realidad fue tan evidente como doloroso. El conjunto malagueño tardó apenas 21 minutos en sentenciar a los de Paco Jémez con tres goles que dejaron en evidencia a un equipo desorganizado, frágil y sin capacidad de reacción. El técnico celeste, lejos de dar con la tecla, parece haber perdido el manual de instrucciones.
La UD Ibiza no mejoró tras el descanso. Más bien lo contrario. En el minuto 61, Müller fue expulsado con roja directa por una agresión a un rival. Fue la imagen perfecta de un equipo desquiciado, sin control emocional ni futbolístico. El resto del encuentro fue un largo sufrimiento para los insulares, superados por un rival con menos recursos, pero más orden, intensidad y fe.
Con esta derrota, el Ibiza encadena cinco partidos sin ganar -dos empates y tres derrotas consecutivas- y se sitúa ya a seis puntos del primer puesto, el único que da acceso directo al ascenso a Segunda División. Un objetivo que parecía obligatorio a principios de temporada, dado el presupuesto, la plantilla y el historial reciente del club.
Los síntomas del equipo van más allá de una mala racha. No hay gol, no hay estructura, no hay liderazgo sobre el césped. Y lo que es peor: no hay señales de reacción. Si la UD Ibiza no despierta ya, correrá peligro no solo de despedirse del primer puesto, sino también de las plazas de playoff, porque la dinámica no puede ser peor.
El tiempo corre y los rivales aprietan. La plantilla está construida para ascender, pero el rendimiento está más cerca del descenso. Algo tiene que cambiar. Y rápido.