Alili Messaoud: «En el libro no puedes contar todo porque pondrías en peligro a otras personas»

@C. Vidal / Hay un antes y un después en la vida de Alili Messaoud a partir del 7 de junio de 1998. En esa fecha, hace ya más de 15 años, un joven teniente del ejército argelino que estaba a punto de ser ascendido a capitán huyó de su país a bordo de un helicóptero de transporte militar y aterrizó en el aeropuerto de Ibiza tras un vuelo rasante de más de 250 kilómetros. Esta odisea sería sólo un capítulo más en la página de sucesos de las Pitiüses si no fuera por Manuel Vega Alocén, el director del centro penitenciario de Ibiza, que ha decidido rescatar este episodio y escribir su historia en el libro La huida del teniente Alili Messaoud.

-¿Qué le ha parecido rememorar después de tanto tiempo su huida de Argelia?
-Es volver atrás y darse cuenta que ha pasado mucho tiempo. Sin embargo, cuando veo las cosas que pasan ahora en Siria o Egipto, por ejemplo, me vuelven los recuerdos de lo que pasó en mi país. Me duele por lo que están pasando esas personas, porque yo he vivido un golpe de Estado y una guerra civil y no parece que se busquen soluciones. La comunidad internacional debería hacer algo más y la gente estar más al día de lo que ocurre, porque no son casos aislados ni suceden lejos de aquí.

-¿Cómo fue la idea hacer un libro de su vida?
-A Manuel Vega le conocí a través de una amiga. Para mí tiene mucha calidad humana. Después de conocerle, algunos amigos de la Cruz Roja han trabajado con él en algunos programas educativos en la prisión y todos piensan como yo, que es una persona muy honesta. Por eso he confiado plenamente en él y no dudé en absoluto cuando me propuso la idea de escribir el libro. Sabía que iba a hacer un gran trabajo. Además, puedo decir con orgullo que ahora es mi mejor amigo.

-¿Está todo en el libro o echa algo en falta?
-Yo, sinceramente, quería contar más cosas, pero Manuel me explicó que no se puede decir todo, porque pones en peligro a mucha gente. Por eso, por ejemplo, nos hemos visto obligados a cambiar el nombre de muchas personas mencionadas para preservar su identidad. Sin embargo, en la obra sí que se cuenta lo justo y lo más importante de las experiencias que viví en esa mala etapa en Argelia.

La llegada en helicóptero
-Su huida desde la base aérea de Blida, teniendo que volar a ras de suelo para evitar los radares y haciendo una parada previa en Formentera, parece casi de película…
-Sí, es verdad. Parecía una película, sobre todo porque nadie lo esperaba. Nosotros en Argelia en esa época no teníamos helicópteros que sobrevolaran el mar. Eran solo helicópteros que trabajan en la tierra, por lo que todo el tiempo me están buscando por tierra. Nadie sabe dónde está el helicóptero y, de repente, llaman desde España diciendo “mira, vuestro helicóptero está aquí” (risas).

-Todo el mundo debía estar perplejo…
-Seis meses después de llegar a Ibiza hablé con una mujer de Human Rights Watch que vino desde Estados Unidos y que me enseñó los periódicos que salieron en Argelia hablando de mi deserción. Había fotos y comentarios de los generales, que estaban todos sorprendidos por lo que había pasado. Pero no sólo se sorprendieron en mi país. Aquí también lo hicieron. Ibiza es una isla de paz, que en ese momento estaba en plena época turista, porque era en junio, y todo el mundo pensaba en aviones comerciales, pero no se esperaban ver a un militar extranjero llegando en helicóptero. Imagínense si todos los militares decidieran venir aquí. Sería una catástrofe (risas).

-Para sorpresa, la que se debieron llevar los dos turistas en Formentera cuando vieron aterrizar el helicóptero en la playa…
-Sí (risas). Había dos turistas, que eran mayores y que estaban haciendo nudismo. Aterricé el aparato directamente en la playa, a unos 20 metros de ellos y creo que les llené de arena y todo. Supongo que ver bajar a un militar en un helicóptero de ese tamaño, que va armado y con barba de dos o tres días puede impresionar bastante. La mujer se asustó y creo que debió pensar que yo iba con malas intenciones. El hombre estaba algo más tranquilo y, cuando le pregunté en inglés si había aeropuerto en Ibiza, porque no me constaba en el mapa que llevaba, me indicó con un gesto que estaba en esa dirección. Después me volví al helicóptero y me fui. Seguro que pensaron que estaba loco.

Consecuencias
-¿Hubo represalias?
-Sí. Ese mismo día mandaron un Hércules con, al menos, ocho oficiales de alto grado y que pertenecían al servicio de seguridad, que son gente muy mala. Seguro que si me hubiesen cogido ahí en el aeropuerto, no hubiese llegado vivo a Argelia. Me habrían matado y tirado al mar por el camino. No pasó nada gracias a las autoridades españolas y, sobre todo, a un inspector de policía, que fue el que me salvó la vida. El inspector puso una barrera entre ellos y yo. A mí me dijo que no podía salir de la sala en la que estaba y a ellos que no podían entrar a verme. Les explicó que había pedido asilo político en suelo español y que no tenían ningún derecho a cogerme. Jamás olvidaré a ese inspector. Para mí fue un auténtico héroe.

-¿Y en Argelia, hacia su familia?
-También. Por suerte no estaba casado ni tenía hijos, pero sí fueron a por varios de mis parientes. Por ejemplo, a mi mejor amigo de esa época, que trabajaba en una panadería, lo arrestaron y le llevaron a un calabozo para interrogarle, aunque lógicamente no sabía nada de mi huida. Es algo que no me había contando nunca y que me reveló hace muy poco.

-¿Ha intentado ayudar a su país desde el exilio?
-La verdad es que desde aquí no puedo hacer mucho. Lo que yo he hecho desde que he venido aquí es denunciar los crímenes y represalias que he vivido cuando estaba en Argelia, así como los ataques a los civiles. No he parado de hablar con la prensa francesa, con la prensa de Italia, con algunos americanos y con Human Rights Watch. Sólo puedo alzar la voz y denunciar los hechos a través de la prensa o, ahora, del libro.

Democracia
-¿Cómo ve la situación política actual de Argelia?
-Está igual de mal que cuando yo me fui hace 16 años. Tenemos un presidente de casi 80 años, Abdelaziz Buteflika, que desde 1962 es ministro y que lleva 50 años en el poder. Ha pasado tres mandatos y ahora quiere el cuarto. Este señor está enfermo, con cáncer y alzheimer, y ha robado millones. Lo cierto es que desde hace casi 50 años que hay un puñado de militares que siguen mandando en el país. Argelia no es un país democrático, es un país cómico. Desde 1962 nunca hemos tenido voto legal ni democrático.

-No tiene mucho aprecio por los militares…
-He sido militar y sé de lo que son capaces. Los militares jamás pueden gobernar un país. No saben lo que es la democracia. Por ejemplo, la democracia en España no surgió tras la muerte de Franco, sino después del fallido golpe de Estado del 23-F. Es cuando falló el golpe de estado gracias al rey y a la voluntad de un pueblo que dijo que no quería volver atrás cuando empezó el proceso democrático en España. Esa oportunidad no la han tenido, por ejemplo, en Egipto. Los militares han dado un golpe de estado, que casi todos están financiados por el dinero de Arabia Saudí, y ha vuelto la dictadura. En los países arábes queremos la democracia, pero seguimos lejos de ella como la luna lo está de la tierra.

-¿Cree usted que puede mejorar la situación política?
-Sí, estoy seguro de que se puede hacer. Hay un dicho latino que dice vox populi, vox dei. La voz del pueblo es la voz de Dios. Cuando tú pones en marcha un proceso democrático y dejas que la democracia funcione, pones una persona en el poder y, si se equivoca, a los cuatro años se va y viene otro. Eso va a pasar también tarde o temprano en los países árabes. Hay muchas personas que no son radicales, que son gente con estudios y que tienen una mentalidad democrática. Los que mandan a la ruina a los países son los militares y las personas dictatoriales, que sólo piensan en sí mismos.

Cruz Roja Ibiza
-Su vida cambió radicalmente desde que llegó a Ibiza…
-Sí. Casi desde el mismo momento que vine aquí empecé a trabajar en Cruz Roja, donde ya llevo 15 años, y esa labor me ha hecho más humano y responsable. He visto cosas bonitas, cómo se ayudan unos a otros, y he aprendido que los españoles son muy solidarios. Quizá no se hable mucho de estas personas, pero he visto gente que trabaja en esta organización que son realmente admirables. Son personas muy honestas, como una mujer, que ya está retirada, que incluso bajaba comida de su casa para dársela  a la gente. Por eso estoy orgulloso de trabajar en la Cruz Roja, algo que no puedo decir de cuando era militar aunque, eso sí, echo de menos pilotar, porque siempre mi pasión.

-Con la crisis su trabajo se habrá duplicado…
-Por supuesto. Ahora se nota mucho la crisis. Cada vez veo a más gente con más necesidades. Antes no venían muchas personas, pero ahora hay gente casi todos los días. En Cruz Roja seguimos muchos programas y cada vez hace falta , pero gracias a Dios el pueblo español es un pueblo solidario.

-Por último, ¿qué quiere conseguir con el libro escrito por Manuel Vega sobre su vida?
-Lo que me gustaría es que quien lea el libro pueda conocer detalles de lo que está pasando ahora en Siria y Egipto. Es lo mismo que pasó en Argelia tras el golpe de Estado de 1992 y una guerra civil posterior que se cobró muchas vidas y en la que hubo exterminio de civiles y masacres en las que yo, como militar, tuve que participar. Este libro, en definitiva, puede dar una idea de cómo funciona el mundo musulmán y, por eso, creo que es importante leerlo. En cuanto a mí, soy optimista y estoy seguro que en los países árabes hay mucha gente como yo, que quieren la democracia y que persiguen la libertad y el desarrollo.