Cata de comida basura para guiris (II): Sidras muy difíciles de beber

@D.V./ A los británicos les encanta la sidra. Aunque, evidentemente, su concepto de sidra no tiene nada que ver con el que encontramos en Asturias o en el País Vasco. Su sidra es una especie de alternativa suave a la cerveza. Mientras que la cerveza se suele servir a temperatura ambiente, la sidra siempre se sirve fría y tiene unas burbujas que la asemejan a un Sprite con un poco de alcohol (4’5º). En mi opinión, la mejores y más respetables son la Carling o la Strongbow, que son las que encontraríais en esos sitios maravillosos que son los pubs ingleses: viejos con gorra borrachos como una cuba, familias enteras haciendo eses, niños gateando por la moqueta y cuarentonas buscando compañía. Adoro esta gente.

El problema es que cuando llega el verano, a la juventud británica le da por consumir unas sidras distintas, que se beben con cubitos de hielo, y con esos horripilantes sabores dulzones que tanto les gustan y que a nosotros nos horripilan. Son las sidras que encontraremos en cualquier alcoholería de esas que están en las zonas turísticas y que abren las 24 horas de día. Son las enormes latazas que se trincan a las tantas de la madrugada y que luego se acumulan a montones por el suelo. Son como el agua para todo joven inglés de clase obrera de vacaciones en España. Aquí tenéis una galería de horrores líquidos.

Kopparberg. Premium cider pear

A la muchachada del Imperio Británico le encanta la sidra sueca, lo cual es un misterio. La Kopparberg tiene la particularidad de que es una sidra de pera y, según el envase, está elaborado con “agua fresca del corazón de Suecia con peras fermentadas”. Se debe servir bien frío y con hielo. El color es amarillento y sus burbujas finitas recuerdan a un Sprite o una gaseosa. El problema llega cuando se prueba. ¿A que sabe? A caramelo de pera.

Supongo que alguna vez habréis probado un caramelo con sabor a pera. Esto sabe exactamente igual. Dulzón. Si está muy frio y hace mucho calor, supongo que se puede beber porque cualquier cosa te entra, pero el sabor acaramelado y pegajoso no es lo mejor para combatir la sed. Otro problema es que esto no combina con nada. De la misma manera que la cerveza te invita a picar, o que la sidra del Cantábrico es fabulosa para acompañar al queso, la sidra Kopparberg ensucia el paladar y no se puede mezclar con nada. Honestamente, si estuviera al borde de la deshidratación, me bebería una de estas latas, aunque el agua del grifo -de cualquier grifo- me parece mucho más apetecible.

Rekordelig. Strawberry-Lime.

Otra sidra sueca. Leo sus ingredientes: agua con gas, vino de pera y de manzana, azúcar aromatizantes, colorante de caramelo, etc… Nos encontramos aquí ante las ‘sidras de sabores’ que tanto gustan a los guiris. Rekordelig comercializa sidras de bayas silvestres, manzana con toques de vainilla y canela, manzana y grosella negra, o ésta de fresa y lima.

Visualmente, la sidra Rekordelig Strawberry-lime parece una especie de tinto de verano la Casera, de color rojizo y con burbujas saltarinas. Bien frío y con las paredes del vaso empazadas de vapor helado, tiene un aspecto apetecible. El problema es cuando lo probamos. Repugnante. Vomitivo. De verdad, no tengo palabras para describir esta asquerosidad. No puedo evitar sentirme un poco culpable porque quizás hable desde un prejuicio cultural pero debo confesarlo: aquí no estamos acostubrados a bebidas tan exarcebadamente dulces. Vamos, le daré otra oportunidad, un segundo sorbito. ARRGGGHHH!!! Dios, es repugnante!!! Tiene un sabor muy fuerte a grosella. Esto no es sidra, no sabe a sidra, es sólo algo pegajoso, una plasta azucarada, tan dulce que marea, que provoca arcadas. Es repugnante, imbebible.

He arrojado la lata de medio litro por el fregadero. Cada vez que veo a algún chaval bebiendo estas latas por la calle se me retuerce el estómago. Alguien que es capaz de beberse esto es que tiene una pasta especial. Son una raza superior, sin duda.

Magners. Irish cider.

De todos los horrores de hoy, la irlandesa Magners es la más tolerable. Sigue siendo una sidra mangurrina, para salir del paso, con mucho gas y mucha burbuja, dulzona, pero al menos no tiene los sabores violentamente gelatinosos de las sidras anteriores. La Magners se debe beber muy fría, casi helada, y en un vaso ancho y con mucho hielo, y sólo entonces se convierte en un brebaje más o menos sabroso, con el azucar bajo control y refrescante. Se debe beber a toda prisa porque a la que se caliente un par de grados centígrados su capacidad de ser bebible cae en picado.

Se puede beber como curiosidad, como extravagancia, para probar algo distinto, o para confraternizar con los guiris e iniciar conversaciones. Hay que ser muy anglosajón para beberse esto.

De las tres latas de la cata, la única que me pude terminar fue la Magners. Y aunque parece que no suban, por sus sabores a frutas, lo cierto es que terminé la cata bastante achispado. Así que, ¡ojo!

Cata de comida basura para guiris (I): Las patatas Kettle Chips