El nombre de Cris recuerda tanto el género femenino como al masculino y a Cris le costó dos divorcios, un año de rumiar y buena parte de su salud descubrir lo que era una arruga en la cara de sus ahora simplemente amigas, ya que su saber no hallaba final y su pulgar, siempre erecto por las ganas de conocimiento, señalaba su posición en el mundo aunque el brillo del cristal de unas gafas lo confundiera con las posibles aflicciones de su usuario.
Del mismo modo que algunas de sus pocas amigas preferían el continente antes que la península, Cris en más de una ocasión ya dijo que elegiría siempre el cuerpo primero y quizás el alma después y como yo digo ahora y dije después, Cris no es mi alter ego y qué bien custodiado mi honor se encuentra en los juzgados de Vallehermoso sin decir aquí si prefiero alma o cuerpo o ambos después de comprender las estructuras de lo que nos rodea. Eso fue lo que Cris vio y se afirmó después de sus andanzas por los mercados y decidió protegerse.
Y como la realidad siempre reside cerca de nuestros andares aunque escondida esté, ese día el viento levantó la neblina que rodea los roques y asomó un paisaje de luces que ocultaban con su engalanado lo que acontecía en el interior de algunos hogares y que aquí no escribiré, a pesar de que de Navidad estuviesen rodeados y eso reafirmó el pensamiento de Cris y pisó fuerte creyéndose aún con más causa y dueño de la verdad para mantener distancia entre él y sus semejantes del género que eran más acorde a su educación.
No viendo el significado de las arrugas que sí le daban sus amigas pues eran bien suyas, Cris trataba de encontrar un razonamiento que sólo existía para él. Cuando Cris veía las arrugas de sus ya poco amigas, queriendo saciar su curiosidad les preguntaba si eran depresiones lineales o simplemente arrugas primarias y dar la cuestión definitivamente zanjada habiendo o no llantos o risas pues las risas o los llantos ya pertenecían a otra esfera del saber y el tiempo para Cris aún llegaba.
El tiempo se paró hace escasamente una semana delante de Cris. No es que súbitamente dejara de envejecer. Nada más ver las imágenes de un presentador en la televisión se le ocurrió pensar que era muy joven y un excelente orador para que pudiera vocalizar tantas palabras sin leerlas, pues siempre vio a los presentadores leyendo las noticias del día en unos papeles, ignorando así que ya se usaba el teleprompter desde hacía una década.
Se entretuvo en la ropa que vestía el presentador y observó todos los detalles tanto de la ropa como de la cara: su ropa era de una estética basada en el grunge y el kawaii y él nunca vio este tipo de prendas en los comercios de su barrio. Se distrajo ahora en la cara del presentador y sorprendido, no vio arruga alguna que pudiera estudiar. Aparecieron de pronto unas señoritas vestidas de skater que por guion u orgullo mostraban sus pechos naturales que Cris toleraba con desagrado y allí tampoco encontró pliegues.
Cris bastante turbado de lo que ocurría esta mañana decidió mirarse en el cristal del espejo pues pensó que el pelo de su cara últimamente crecía más rápido de lo habitual. Desaparecido el vaho del espejo con el vapor del agua y, sin que Cris lo esperase, aparecieron unas enormes arrugas gravitacionales en su piel que lo dejaron perplejo y lleno de dudas y sobre todo con la verdad del tiempo.
Más tarde, ya bien afeitado y con la camisa del domingo, como si el Dj quisiera animarlo, escuchó una balada que le recordó su presión cardiaca y que él también bailaba con orgullo esas canciones lentas que en el tiempo ya se detuvieron y que ya no escuchaba en ningún lugar.
Un poco recuperado del probable infarto y aún con deseo de divertirse, habiendo leído en un periódico nada más y nada menos que ahora los Dj eran más que dioses, con la inocencia de un tiempo acabado, lanzó un sonoro beso al Dj que Cris lo veía como a un ser superior gracias a la información de que disponía y que el Dj agachó la cabeza no para que el beso no le alcanzara, creyéndose Cris, sino para abrocharse los cordones de su zapato.
Jaume Torres






