Practicábamos la pesca de pota desde un velero frente a la costa meridional de la isla de Ibiza en la última luz de una tarde de noviembre. Mi amigo tenía menos paciencia que yo, así que pronto empatizamos con aquella figura literaria, «El viejo y el mar» de Hemingway, y decidimos ahogarnos en un bar en viña sol y autosuficiencia, para fingir que no habíamos atrapado ni un solo bicho. En ese estado sincrético, me dediqué a revisar mis mensajes de WhatsApp, y en un grupo de pesca se anunciaba la venta del casco de una lancha. Una Glastron Raya de cinco metros de eslora sin motor, que aparentemente había pertenecido a alguien famoso, que eso en Ibiza hoy en día es cómo no decir nada.
Unos días después, cuando la compré por los dos mil euros que pedían por ella en los papeles, pude leer que era propiedad de una tal Nina Van Pallandt. Con la Glastron, vinieron algunas revistas de los años 60 y fotos de la misma década. En la portada de una revista, una pareja de caucásicos sonreía con complicidad, como a punto de comulgar un beso. En una de las fotos, la misma pareja, con la misma sonrisa y mirada cómplice, estaba junto a Louis Armstrong y una botella de Dom Pérignon. La documentación de la Glastron indicaba que aquel trozo de fibra de vidrio se llamaba «Fire Bird».
En las horas muertas que producen los meses de otoño en la isla de Ibiza, es necesario encontrar fuentes de entretenimiento constructivas, ya que esos meses generan una sensación de estar siempre en reserva: reserva de gasolina, reserva en la batería del móvil o en la cuenta bancaria. Es la sensación de no saber cuándo te quedarás incomunicado, varado o sin nada. En una tarde junto al crepitar del hogar, me dediqué a tocar, deslizar y pellizcar (hábitos de nuestra época) y así investigar quiénes eran aquellos que aparecían en esas revistas y fotos con sus miradas cómplices y sus sonrisas cortesanas.
Así descubrí que Nina Magdalena Møller nació en Copenhague en 1931 y que si la metáfora es el recurso más completo que existe en el lenguaje, podría decir que Nina, al menos en aspecto físico, bien pudo haber sido la inspiración para Ruth Handler en la creación de su famosa muñeca, ya que eran casi idénticas.
Nina estudió en Estados Unidos, aprendió inglés y a su regreso a Europa, se casó con Frederik Barón Van Pallandt, un varón holandés. Juntos formaron un dúo musical llamado «Nina and Frederik» y fueron los primeros en cantar en inglés, a pesar de no ser ingleses. Tuvieron mucho éxito en toda Europa y esto inspiró a otros músicos a seguir su ejemplo.
El dúo, influenciado por los escritos de Ginsberg, Kerouac y Burroughs sobre sus experiencias en Marruecos, viajó allí con la intención de mudarse, pero pronto descubrieron que el choque cultural era complicado, por lo que decidieron probar suerte en la isla de Ibiza. Lo que buscaban era un clima amable cerca del mar, ya que a Frederik le apasionaba navegar y a Nina le gustaba el sol. Ibiza en ese momento era un refugio, no un escenario. La pareja compró una hermosa casa en Cap Martinet y en las horas vespertinas tomaban vermut con aceitunas en la terraza del Hotel Monte Sol de Vara del Rey.
çEn aquella terraza conocieron a Elmyr de Hory (el mayor falsificador de cuadros de todos los tiempos), al arquitecto alemán Erwin Broner (que introdujo la Bauhaus en la isla), al escritor Clirfford Irwing (conocido por su biografía falsa de Howard Hughes), al director de cine Orson Welles y a muchos otros personajes que vivían en Ibiza, donde habían encontraron un remanso de paz frente a la agitación exterior. Los Van Pallandt asistían a todas las fiestas en la casa que Broner le había hecho a Elmyr de Hory que era un gran anfitrión y en las que un jovencísimo Pepe Roselló (dueño de la discoteca Space) o un jovial Carlos Martorell (primer y mayor relaciones públicas de ibiza) se contagiaban de esa magia que vibraba en el ambiente.Los Van Pallandt inspirados en los Beatniks que se habían convertido al budismo y dado que por aquellos años aterrizaron en Ibiza unos Lamas del Tíbet predicándolo, la pareja adoptó esta filosofía, lo que los llevó a una serie de cambios y experimentos en busca de desapego, libertad que aplicaron en su relación de pareja. Sin embargo, Nina no pudo adaptarse tan bien como Frederik, y finalmente se separaron.
Con el paso de los meses, la sensación de reserva en Ibiza me envolvía por completo. Había adquirido un motor fuera de borda Yamaha de 50 caballos y cuatro tiempos en Wallapop para el Fire Bird. Lo traje desde la península para ahorrar dinero. Jorge, el uruguayo, un tipo demasiado raro para vivir en Ibiza, pues es mecánico y honesto, me instaló el motor. Mientras la lancha iba tomando forma yo seguía tocando, deslizando y pellizcando mis investigaciones sobre aquella pareja.
La envidia es el sentimiento más poderoso, capaz de mover los engranajes de la historia, la familia, la amistad y las relaciones de pareja. Es superior en voluntad, efectos y hechos que sentimientos menores como el odio, la rabia o la tristeza. La envidia contiene un doble gesto: parte de odio y parte de admiración, lo que la hace subversiva.
A finales de los años 60, Clirffort Irving, que ya había completado la biografía de Elmyr de Hory después de pasar más de dos años con él, desarrolló una envidia sin parangón. (Esta envidia finalmente lo llevó a escribir la falsa biografía del magnate Howard Hughes años después). Irving mantenía una relación con Nina, mientras que Frederik se dedicaba a navegar con el Fire Bird y a hacer negocios con los corsos y marselleses que usaban Ibiza como punto intermedio para distribuir sus materiales, principalmente hachís. Los vermuts con aceitunas comenzaron a llenar la terraza del Hotel Monte Sol de idealistas y bohemios. Manuel Fraga había otorgado a Abel Matutes libertades de cacique, Ricardo Urgell había abierto Pacha y, para empeorar las cosas, Bob Dylan había pasado unos días en las Pitiusas. Todos estos ingredientes crearon un punto de inflexión en la historia de Ibiza. En poco tiempo, la isla pasó de tener escritores, pintores y arquitectos vanguardistas a ser un lugar de promociones de hoteles, fiestas sin fin y hippies adornándolo todo con eslóganes y flores de plástico.
Se pasó de la alta cultura a la baja cultura en un abrir y cerrar de ojos, y de las disputas de egos honestas a la apología de la evasión de impuestos y la vaguedad. Nina, cansada de ver esta decadencia en Ibiza, sabiamente decidió que había una edad para hacer el ridículo y otra para darse cuenta de que estás haciéndolo. Empacó sus maletas y dejó la isla para siempre. Aterrizó en Estados Unidos con Irving, pero pronto él se distanció de ella. Nina tuvo una breve carrera en Hollywood y luego se estableció en Barcelona. Años después, tuvo que testificar en un juicio contra Irving por la falsa biografía que había escrito, lo que finalmente llevó a su detención. Esta historia se retrató en la película «The Hoax», protagonizada por Richard Gere como Clifford Irving y Julie Delpy como Nina Van Pallandt, estrenada en 2006.
Algunos años después, Nina se enteró de que su exmarido, padre de sus tres hijos y del que aún conservaba el apellido Van Pallandt, había fallecido junto a su actual novia, ambos con un disparo en la cabeza, mientras transportaban cannabis entre islas en Filipinas.
En mayo, la pintura de la cubierta del Fire Bird se secó después de que la pinté de azul perlado y le hice la prueba de agua en Pou des Lleó. Fui con mi amigo Antonio Escohotado y algunas potas para pescar calamares. Esto lo hicimos a la media luz de la tarde, y como él había vivido todo aquello de cerca, le conté la historia. Él respondió: «Macho, no todo es blanco y negro; hay infinidad de grises y con lunares». A lo que yo repliqué: «Querrás decir, con rayas». Y mientras nos reíamos, atrapé un bendito calamar, cuanta alegría.
Tiempo después, vendí el Fire Bird a una pareja de chicas londinenses que parecían buscar aquellos vermuts con aceitunas en la terraza del Hotel Monte Sol como tantos otros antes que ellas pero que jamás los encontrarían. Les mencioné que la embarcación había pertenecido a Nina Van Pallandt y su esposo, pero pronto me percaté de que decir eso en la Isla de Ibiza hoy en día, es cómo no decir nada.
Por Samaj Moreno