Una de las noticias del verano relacionadas con la actualidad ibicenca se publicó el mes pasado y aludía al batacazo que se ha dado el aeropuerto de Ibiza en cuanto a la calidad que ofrece. La terminal ha pasado de estar considerada entre las cien mejores del mundo a situarse en la posición 203 sobre un total de 250. Así lo afirma el ranking mundial ‘Air Help Score 2025’, que elabora una empresa tecnológica de defensa de los derechos de los pasajeros y está considerado uno de los más serios y completos del planeta. La infraestructura ibicenca, que ha caído la friolera de 125 puestos con respecto al año pasado, ha sido valorada en base a tres criterios: la puntualidad de los vuelos, la valoración de los usuarios al pasar por las instalaciones y los servicios que ofrece.
De entre los catorce aeropuertos españoles evaluados, el de Ibiza es el penúltimo, sólo superado por Son Sant Joan, en Mallorca, que ocupa la posición 208 del ranking, cinco por debajo de es Codolar. El mejor valorado es el de Bilbao (16º del mundo y 2º mejor de Europa) y después se sitúan Sevilla (68º) y Madrid (76º). La plataforma Air Help monitoriza más de 4.000 aeropuertos y realiza el ranking en base a las experiencias acumuladas por pasajeros, recopiladas entre el 1 de junio de 2024 y el 31 de mayo de 2025.
¿Qué ha ocurrido en Ibiza para que los pasajeros hayan valorado de forma tan lamentable nuestro aeropuerto, principal entrada a la isla y elemento indispensable en la imagen que proyectamos como destino turístico? Probablemente pueda contestar a esta pregunta cualquier ibicenco que utilice la terminal con frecuencia y viaje a diferentes destinos nacionales e internacionales, pudiéndolos comparar con lo que tenemos en la isla. Bajo mi punto de vista, el aeropuerto tiene cinco problemas de impacto, que no se reproducen con la misma intensidad y al mismo tiempo en otras terminales.
El más evidente ha sido la permanente sensación de obras y espacios provisionales, tanto en el exterior como en el interior de la infraestructura aeroportuaria. Hemos pasado años con las obras del parking, que se han desarrollado tanto durante la temporada baja como en pleno verano, generando caos, desorden, enormes atascos de tráfico y una zona de embarque en mutación constante, que nunca acaba de estar rematada.
Este verano, al igual que ya ocurrió en los años anteriores, aunque desconozco si el problema es constante o simplemente reiterado, el aire acondicionado de la terminal no funciona correctamente. Los días en que la he utilizado la temperatura resultaba insoportable y más propia de un edificio tercermundista. La diferencia se nota en cuanto uno pisa el aeropuerto de destino. Las infraestructuras supuestamente inteligentes que carecen de ventanas por las que pueda circular el aire sólo funcionan cuando la climatización trabaja adecuadamente y éste no es el caso de Ibiza. La situación empeora drásticamente cuando a los viajeros les toca esperar un retraso de horas, algo que ocurre a diario. Llegan al avión medio desmayados, pidiendo a la tripulación que encienda el aire acondicionado antes incluso de partir, para aliviar tantas horas de bochorno. Sin embargo, conviene subrayar que dicha situación sobre todo la padecen los empleados de la terminal, que se ven obligados a trabajar todo el día en unas condiciones tan poco saludables.
En tercer lugar, hay que mencionar el tratamiento al estilo borreguil que reciben los viajeros, que son pastoreados como ganado a través de un interminable y ridículo laberinto de catenarias, que podrá estar justificado en los momentos punta, pero que se mantiene incluso cuando la afluencia es escasa, a pesar de que simplificar el trazado no representa ni un minuto. A ello se suma el tono imperativo y faltón con que algunos operarios de esta zona se dirigen a los usuarios, que tampoco resulta fácil de ver en otras terminales.
El otro gran conflicto se produce con el asedio de los taxistas pirata a los viajeros que salen de la terminal, con escenas a veces tan grotescas que también parecen más propias de los países bananeros. Una auténtica mafia que se gestiona y organiza desde el aeropuerto y que, como ya se ha demostrado reiteradamente, la conforma un ejército de matones que además se dedica a traficar con drogas y prostitución. La situación se agrava cuando dichos elementos entran en conflicto con los taxistas regulares, llegándose a producir broncas vergonzosas frente a los turistas que aguardan su turno en la cola.
En quinto lugar, uno de los elementos más disonantes del aeropuerto: la saturación publicitaria, casi siempre de discotecas y locales de ocio diurno, que llega a unos extremos inéditos con pancartas enormes en la fachada exterior y vallas en los jardines, y toda la zona de recogida de equipajes forrada de anuncios en todas direcciones y alturas. Todo ello, a pesar de que, hace justo un año, el Consell de Ibiza aprobó solicitar a AENA la reducción de la presencia de publicidad de fiesta en es Codolar, a su juicio desmedida y que provoca la sensación de estar dentro de una discoteca nada más aterrizar en la isla, pese a que Ibiza es mucho más que eso.
El aeropuerto, en definitiva, ofrece un servicio pésimo y una atmósfera asfixiante, tanto a nivel estético como ambiental, y se ha convertido, tal y como estiman los propios viajeros, en una de las peores terminales del mundo. Sus gestores exprimen cada palmo de las instalaciones para obtener unos beneficios que seguro figuran entre los más altos de España. Sin embargo, no ofrecen a cambio un servicio mínimamente decente. No se justifica que quienes lo gobiernan se mantengan en sus puestos.
Xescu, ja sabem que poderoso caballero don dinero…tens tota sa raó, sa que li falta a Aena i satélites seus, digan com sa vulguin dir..