De todas las tareas que tengo en Noudiari hay una que me resulta particularmente penosa y es tener que compartir nuestras noticias en la red social X, la antigua Twitter -¿hasta cuándo añadiré esta coletilla? ¿cuánto tiempo estuvimos añadiendo la frase ‘el equivalente a … de las antiguas pesetas’ cuando nos referíamos a una cifra en euros?-. Era también una de mis tareas en mi última época en el Diario y, me pueden creer, que encargarse de esto es lo peor con diferencia de este oficio.
Cuando me toca cumplir con este deber, opto por intentar hacerlo de la forma más rápida posible y que ningún estímulo me distraiga. Pego el enlace, escribo la frase que la introduce, subo la noticia y cierro sesión. Lo hago conteniendo la respiración y a toda velocidad, como quien abre una nevera estropeada donde se amontona carne podrida.
Alguna vez, por desgracia, la visión periférica me entretiene y mi mirada se distrae por aquí o por allá, y ya sin querer leo por el rabillo del ojo un post de algún chalado y es tan horrendo que, claro, no puedo evitar seguir leyendo y pasar el scroll y proseguir por esa exhibición de atrocidades.
En su gran mayoría, el contenido es repugnante. Podría añadir también que es tirando a nazi, aunque eso sería una redundancia. Podría verse como una salvaje muestra de diversos niveles de demencias patologías, fobias, obsesiones, crisis nerviosas, manías persecutorias y delirios. Gente, en definitiva, que está como una puñetera cabra, en guerra contra el mundo, borrachos de ensimismamiento. Y llenos de odio. Un odio visceral contra el mundo y la humanidad. Y que siempre se victimizan, gimotean, lloriquean, balbucean que se sienten maltratados, que poderosas fuerzas conspiran para hacerles infelices, y que por lo tanto toda su sed de sangre es legítima porque el mundo está en deuda con ellos.
Resulta deprimente pensar que toda esta gente está ahí, y que además vota. Me consuelo pensando que X es una pequeñísima fracción de la humanidad, solo una minucia, y que sería una anécdota ridícula si no fuera porque nuestros políticos son tan idiotas que persisten en usar este espacio para publicar sus ocurrencias -lo que nos obliga a los periodistas a entrar a X y, por tanto, seguir alimentando esta ciénaga-.
Así que si alguien quiere seguir en esa mierda, allá él (o ella) y su salud mental. A mi que no me esperen.
 
 




