Viviendo en la porquería

@B.Roselló/ Tras asistir ayer a la asamblea de vecinos de Talamanca, por temas puramente profesionales, me quedé con la impresión de que vivo en Eivissa, la isla blanca rodeada de porquería. Y es que a medida que el ingeniero de caminos, Pedro Puigdengoles, avanzaba en su explicación sobre propuestas de futuro a mí se me ponían los pelos como escarpias. Llámenme ilusa o lo que quieran, pero desconocía por completo que sólo en el municipio de Vila hay tres emisarios que vierten sin pudor alguno en un radio de menos de un kilómetro. No quiero saber cuántos más hay en los alrededores.

Puigdengoles me descubrió un mundo que desconocía totalmente y es que en la zona portuaria de pescadores sale la tubería de la central térmica, en es Botafoc la canalización de la desaladora y, en Talamanca, está el maldito emisario. Así, todo en un pispas, con sus elementos nocivos y sus historia que no quiero ni saber, claro.

A todo esto, súmenle que la canalización portuaria para acoger estos vertidos ya está hecha, pero no se usa. Ríanse ustedes luego del aeropuerto de Castellón, que nosotros en Eivissa cerramos una de las playas con más éxito entre turistas y residentes porque la tubería echa pestes y la nueva no tiene utilidad alguna. Y todo porque aún falta ejecutar la parte que tendría que hacer el Ayuntamiento de Eivissa.

La propuesta de Puigdengoles me pareció sabia y práctica: unir esas tres tuberías y sacarlas todas por el dique de es Botafoc porque, según explicó, con la unión de esos tres vertidos contaminantes se generaría un efecto compensatorio y los parámetros de contaminación descenderían. Además, el ingeniero de caminos propuso usar la rotonda de los podencos en una estación de bombeo de los tres pozos. Nada descabellado, siendo yo una auténtica zopenca en todo esto.

Lo más sorprendente es que la alcaldesa de Vila tenía tanta idea como yo de la existencia de esa canalización que no se usa y del compromiso que en su día se adoptó por parte de Autoritat Portuària y de las administraciones locales para hacer de tres estercoleros, uno. Y, así, sin pensarlo, un viernes por la noche me metí en el mundo de la porquería. Qué mejor plan.