Quince años han transcurrido desde que el Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera cerrara sus puertas. Quince años con el acceso prohibido al principal espacio cultural donde debería conservarse la memoria histórica más antigua de las Pitiusas. Un lugar esencial para comprender e interpretar quiénes fuimos, convertido desde entonces en un edificio clausurado. Nuestra historia, encerrada. Nuestro legado, a oscuras.
Cuando aquel cierre se produjo, mi hija mayor acababa de nacer. Hoy, se encuentra a punto de iniciar el Bachillerato. Esta referencia personal no es anecdótica: representa el paso del tiempo y revela que toda una generación ha crecido sin la posibilidad de conocer en ese enclave cómo fueron nuestros orígenes. Un vacío que es la consecuencia de una dilatada falta de inversión estatal en Ibiza.
En su día, el cierre fue inevitable. Las filtraciones, la humedad y las intervenciones sobre el baluarte de Santa Tecla hacían imposible seguir mostrando las piezas en condiciones adecuadas. Así lo reconocía el entonces director del museo, Jordi Fernández, al justificar la decisión. Lo que resulta incomprensible y profundamente inaceptable es que, desde entonces, no se haya dado una respuesta solvente.
Quince años habrían sido más que suficientes para resolver cualquier cuestión técnica. Pero la realidad es otra: la situación responde a un fracaso político incuestionable por parte del Gobierno del Estado.
Las instituciones locales han actuado con rigor, con la mirada puesta en la reapertura. Siempre han mantenido una postura constructiva y vigilante. Eso sí, anteponiendo la protección del conjunto amurallado —declarado Patrimonio Mundial— a cualquier iniciativa que no ofreciera garantías por parte del Ministerio. De ahí su oposición a algunos planteamientos que no respetaban los criterios establecidos en el Plan Director ni el equilibrio que requiere cualquier intervención sobre un entorno tan delicado.
Las murallas renacentistas, restauradas con sumo cuidado, están estrechamente vinculadas al museo. El baluarte de Santa Tecla forma parte de ese todo histórico que no puede ser tratado como un edificio cualquiera. De ahí que cualquier actuación de rehabilitación deba ajustarse escrupulosamente a las directrices técnicas, urbanísticas y patrimoniales que lo protegen. Los informes elaborados por los expertos lo han advertido con claridad: cualquier modificación debe preservar la integridad del conjunto.
Tres lustros más tarde y, según promete el Ministerio de Cultura, se pondrá en marcha la redacción de un nuevo proyecto. Volvemos al principio. De nuevo, el contador a cero. Reseteamos el sistema. Un reinicio que no puede servir como coartada para ignorar lo esencial: el museo debe rehabilitarse, sí, pero no a costa de vulnerar la unidad arquitectónica ni comprometer el valor patrimonial de la zona.
El arquitecto Fernando Cobos, reconocido especialista en fortificaciones históricas, fue meridiano al advertir que el anterior proyecto no incluía estudios que garantizasen la seguridad estructural de la muralla. A la luz de ese diagnóstico, cualquier intento de avanzar sin corregir estos déficits técnicos sería irresponsable.
Sea como fuera, lo cierto es que ha llegado el momento de abrir el debate político, pero también un amplio debate social para recuperar un espacio que nunca debió quedar olvidado tanto tiempo. Reabrir el Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera es un acto de justicia con nuestra historia, con nuestras tierra, con nuestras generaciones futuras y con el papel que Ibiza debe ocupar como territorio cultural de referencia en el Mediterráneo.
Miquel Jerez,
Senador autonómico del Grupo Parlamentario Popular