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Muerto el perro, se acabó la rabia, por Caty Tur

Por Redacción
21 agosto 2024
en Opinión
4
Sant Antoni, querer y no poder…, por Maria Sala
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¡Menudo comienzo! Me gustaría contarles una historia sin extenderme demasiado, a la vez que quisiera mostrar las contradicciones de la sociedad actual, que trata de promulgar leyes para proteger a las personas frente a actitudes reprobables, tiránicas, déspotas, etcétera. Pero que cuando se producen este tipo de conductas y se trata de buscar ayuda o defenderse frente a ellas, estas personas se encuentran, en primer lugar, con la dificultad de ser escuchadas y, en segundo, aun habiendo sido escuchadas o no y teniendo pruebas, con la dificultad de que se las acepte y considere y de poder aplicar esas leyes que los gobiernos progresistas anuncian tan a bombo y platillo como un gran logro, como símbolo y avance de una sociedad moderna, pero que luego no hay manera de ponerlas en práctica se coja por donde se coja.


Como ejemplo de lo anterior y caso que quiero exponer, me refiero al acoso psicológico y moral en el trabajo, puro y duro, también llamado mobbing. Definiremos el mismo como aquella conducta que constituya agresión, física o psicológica, u hostigamiento, ejercida por el empleador o por uno o más trabajadores en contra de otro u otros, por cualquier medio, y que tenga como resultado para el o los afectados menoscabo, maltrato o humillación, o bien que amenace o perjudique su situación laboral o sus oportunidades en el empleo, siempre que todas estas conductas se practiquen en forma reiterada.

Después de esta introducción pasaré a relatar una historia para que ustedes mismos, si lo consideran oportuno, puedan juzgar si estas palabras son o no acertadas.

Tengo una amiga que trabaja para una gran empresa semipública con sedes en toda España y también con una aquí, en Ibiza. Puerta de entrada y salida de la isla. Pues bien, esta señora lleva trabajando para esta empresa casi 30 años. En estos últimos años ha necesitado ayuda para conciliar vida familiar y laboral (ha sido madre, ha tenido que atender a sus padres enfermos hasta su final), unas circunstancias que la han obligado a tener que pedir una reducción de jornada al 50%. Con ello, en su vida profesional, incluidos estos últimos avatares, ha pasado por diversas etapas, casi todas buenas, salvo la última en la que le ha tocado un jefe (un joven soberbio y creído de los que nadie puede enseñarle nada y dispuesto a comerse el mundo en un solo bocado) que, si bien será un lince en los estudios cursados, tanta carencia igual o peor tiene como persona, en el trato, en el respeto, en la educación y en el saber estar con respecto a sus semejantes o subordinados, sobre todo si son mujeres y dependiendo también de si le caen bien o no.

Mientras este joven fue un cargo humilde todo fue bien. El problema vino cuando le ascendieron «de marinero a patrón de barco». A partir de ahí ya empezaron a llegarle los problemas a esta persona que les estoy contando. Sinceramente, el tener una carrera no te acredita para ser un buen jefe. Eso nos lo enseña la vida y el trato con los compañeros de trabajo, puesto que la empresa somos todos y para que funcione tiene que haber una buena comunicación, cierta complicidad y confianza. En resumen, equipo, y no el ordeno y mando. La esclavitud se abolió hace muchos años.

Durante más de tres años esta amiga ha estado aguantando desplantes, faltas de respeto y que este jefe hiciera piña con sus subordinadas y en contra de ella, porque se le exigía que hiciera la misma cantidad de trabajo que sus compañeros que realizaban jornada completa. En consecuencia y sufriendo algo parecido a la situación descrita en el párrafo segundo, concurrieron una serie de circunstancias que la condujeron a una baja médica por ansiedad durante un tiempo.

Dispongo de multitud de ejemplos para contarles a cuál más grave e insólito en la sociedad en la que vivimos. Por ejemplo, pedirle ayuda a su jefe para que le diera consejo y así seguir un criterio igual para realizar un procedimiento y encontrarse con que tuvo que «buscarse la vida», literalmente. Y realmente tener que hacerlo ella sola. Y si no cumplía con el plazo establecido por su jefe, independientemente de si tenía suficiente tiempo o no para ejecutar ese trabajo e independientemente del desconocimiento que demuestra este jefe frente a este tipo de tareas (ya que no las ejecuta él), le iba con amenazas incluso por escrito.

Un ejemplo más. Esta trabajadora está de vacaciones y en ese período debe asistir a un curso durante tres días. Acepta, corrige la petición de vacaciones para realizar esta formación y cuando está disfrutando de su periodo de descanso, el jefe se las deniega remitiendo un mail al departamento de Recursos Humanos reclamando que se pongan en contacto con ella, ya que hacía dos días que se tenía que haber incorporado a su puesto y no lo había hecho y diciendo que no sabía qué era lo que le pasaba, cuando este señor conocía perfectamente que tenía autorizado ese periodo de descanso, al haber sido comentado y aprobado por todas las partes implicadas.

Por último, y ya para no extenderme mucho más con los ejemplos, porque podríamos escribir un libro con todas las actitudes poco adecuadas de este jefe, ella era la responsable de tener que recepcionar el material de oficina informático necesario para el funcionamiento de la empresa y cuando la mensajería pretende entregarlo en su oficina se lo tiene que volver a llevar porque no hay nadie dispuesto a recogerlo, ya que es tarea de esta compañera y si ella no está…

En agosto del año pasado y mientras estaba de baja médica, decidió presentar una reclamación a la directora de su centro, explicándole su situación y refiriéndole lo mal que se sentía. Además, solicitó la intervención del Protocolo de Centros de su central ubicada en Madrid, para que ejecutaran un procedimiento de gestión de conflictos que la ayudara a solucionar su problema. Al mismo tiempo, recurrió a un abogado laboralista para que también le ayudara a encauzar la situación. Le explicó que tenía dos opciones por esa vía: pedir cambio de departamento o solicitar judicialmente despido improcedente por acoso laboral. Preguntó si era posible una vía penal, si se podía hacer algo, y la respuesta fue que en principio no, que era muy complicado poder demostrar algo por eso de la presunción de inocencia.

¿Cuál ha sido la solución? Ninguna. Casi transcurrido un año y después de varias reuniones con personal especializado de sus servicios centrales y con sus compañeros, tan solo se la ha podido cambiar de departamento.

Ni que decir tiene que al máximo responsable de esta situación no sólo no se le ha castigado, sino que además se le ha premiado con un ascenso. En cambio, a la víctima, la que ha sufrido el maltrato, sólo se la ha cambiado de departamento y no se ha seguido ningún procedimiento más. Ni siquiera nadie de sus responsables se ha molestado en preguntarle cómo se encuentra. Así que, como dice el dicho: muerto el perro se acabó la rabia. Así de sencillo, ya está. Todo queda ahí y no se toma ninguna medida contra el que actúa como no debería y se le da vía libre para que siga haciendo el mal, como sigue haciendo en la actualidad. Total, no se le va a decir nada, además del ejemplo que se le deja para futuros compañeros que puedan sufrir lo que ha sufrido esta trabajadora. ¿Cuál es éste? Muy sencillo: no digas nada porque no se va solucionar el problema y consecuentemente vas a ser mal visto en tu empresa. ¿Cuándo aprenderemos que no sólo se puede vivir de las apariencias, sino que también se necesitan otros valores?

Después de toda esta historia, ¿qué reflexiones nos da todo esto? En primer lugar, que las leyes son muy bonitas, pero nadie quiere “mojarse” para aplicarlas.

¿Dónde está la protección a las personas más vulnerables de nuestra sociedad, cuando aún el trabajador tiene que seguir demostrando el maltrato? ¿Y al verdugo no se le piden explicaciones? Queremos presumir de modernidad promulgando leyes a cuál más igualitaria, integradora, progresista… ¿Para qué? Si luego no se aplican y la persona que realmente tenga un problema no puede hacer uso de ellas porque nadie sabe o no se quieren aplicar. ¿Cómo se puede pretender cuidar y luego presumir de la fachada de un edificio para que luzca nueva, perfecta, lujosa, si lo que hay por dentro está vacío, no tiene nada que ofrecer y el interior está completamente derruido e inhabitable?

La única acción posible que se nos deja en esta sociedad es que se denuncie públicamente para poder dejar huella y de esta manera intentar impedir que esto pueda ocurrir a más personas y para que los especialistas responsables en redactar y aprobar las leyes sean capaces, de verdad, de defender la igualdad y los derechos de todas las personas y que no quede todo en papel mojado. Ante hechos como éstos que acabo de relatar y de esta gravedad, la sociedad tiene que denunciar; no debemos callarnos y debemos reclamar y exigir que se solucionen todo tipo de injusticias, tanto las sufridas por esta amiga en particular como por todas las personas más vulnerables de la sociedad en general.

Caty Tur

Tags: Cartas a noudiari
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Comentarios 4

  1. Esvedra says:
    11 meses atrás

    Tu escrito da a lugar a varias reflexiones, es un tema complejo y que depedende de muchos factores…
    Factores como puedan ser el estilo de mando sobre el equipo de trabajo, la cierta maldad a la que tendemos los seres humanos a hacer piña contra otros, la falta de empatía hacia un trabajador cuando pasa por una etapa tan sumamente difícil como es la de ver cómo tus padres se van apagando y atenderlos a la vez que cuidas de tus hijos y demás responsabilidades; La capacidad e interés del departamento de Recursos Humanos para controlar los casos de empleados conflictivos (sean jefes o trabajadores sin rango), que en todas las empresas los hay, tomando las medidas necesarias para velar por un buen ambiente de trabajo, siendo objetivos, sin amiguismos ni dejandose llevar por los que tienen más mando o mas simpatía.
    Y por último añadiría que no es lo mismo un jefe que un líder, que mandar puede hacerlo casi cualquiera, pero dirigir un equipo de personas de diferentes caracteres, edades, capacidades y ganas de trabajar no es cosa fácil, se requiere de experiencia, empatía, ser un ejemplo a seguir, transmitir seguridad, saber estar, objetividad, más que mandar sabe agradecer, comunicar y escuchar, humildad, respeto.., no es sencillo…

    Y como última reflexión, una brillante carrera universitaria no te deberia catapultar a la cima. Jefes recién salidos de la Universidad existen.
    Afortunadamente mi jefe tiene un combo de estudios, experiencia, respeto y saber estar que sólo el trabajo diario de años te va dando., aunque ahora tenga por encima otro jefe 20 años menor…

    Responder
  2. Eivissa+plena+de+ninis. says:
    11 meses atrás

    Tal cual pasaba o pasa en GM.
    Mala gente. Jefecillos que duraban poco, y empleados.
    Mejor irse, y no volver jamás.
    La queja no soluciona nada.

    Responder
  3. Lorena says:
    11 meses atrás

    Cierto, la queja no suele solucionar nada, es verdad que la gente no quiere mojarse en estos temas, hasta puede que se mofen de la víctima…, Sólo sirve el consuelo de pensar que «a cada cerdo le llega su San Martín», como dice el dicho.

    Responder
  4. Volando says:
    11 meses atrás

    Empresas grandes igual a más amiguismos y favoritismos. El flamante departamento de Recursos Humanos valora por igual al que trabaja como al que no, con sonrisa permanente en la cara ascienden arbitrariamente al que les hace más la pelota.
    Para ascender da igual tu trabajo diario, hay que Ir con una sonrisa y ser un hipócrita, tener un padrino también ayuda, más que ser integro y hacer tu trabajo.

    Responder

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